Una jornada histórica. Así podríamos definir el día de ayer, en
el que el Ejército Republicano Irlandés, el grupo terrorista que ha
mantenido en jaque a las autoridades británicas desde hace treinta
años, anunció que abandona la lucha armada. Aunque ya existía una
tregua establecida desde hace tiempo, el comunicado del IRA supone
un paso definitivo -si no se tuercen las cosas- en la pacificación
de una región, Irlanda del Norte, que arrastra un largo reguero de
sangre y de dolor.
El anuncio especifica que la banda opta por defender sus ideales
-una Irlanda unida- a través de medios democráticos, políticos y
pacíficos, lo que equivale a transformar la lucha armada en una
lucha política en el seno de las instituciones.
Algo que, lógicamente, ha sido acogido con satisfacción por
parte de todos los líderes mundiales y que, a la vez, ha convertido
a España -al País Vasco en particular- en el único reducto europeo
donde se registra un fenómeno terrorista activo y de gran
calibre.
De ahí que sea tan importante lo ocurrido en el Ulster. Porque
el conflicto británico, salvando las distancias, que son muchas,
siempre ha sido un referente en el camino hacia la resolución del
problema vasco y la tregua acordada por el IRA meses atrás
constituía una esperanza que hoy viene a reforzarse por el paso
dado en Irlanda.
Ahora de lo que se trata es de crear en nuestro país el mismo
clima de consenso a favor del diálogo para que se den las
condiciones favorables a la paz. La decisión, obviamente, sigue
siendo de ETA, pero crear el clima propicio es tarea de todos y
para ello el primer paso es un acuerdo firme e inquebrantable de
política común entre los grandes partidos políticos.
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