Después de un verdadero rosario de dimes y diretes, parece que finalmente Juan José Ibarretxe repetirá en el cargo al contar con los apoyos de dos diputados electos de EHAK, ese extraño grupo parlamentario surgido por sorpresa en las últimas elecciones autonómicas. Aunque muchos preveían un masivo apoyo al lehendakari y su plan para reformar el Estatuto de Gernika, lo cierto es que el PNV consiguió la mayoría de los votos, pero no los suficientes para gobernar en solitario, a pesar de contar ya con el respaldo de Eusko Alkartasuna y de Ezker Batua (IU). De ahí la incógnita, que ahora se ha despejado, porque Ibarretxe tendrá, gracias a los comunistas de EHAK (afines a Herri Batasuna) el voto de diferencia que le dará la jefatura del Gobierno vasco, por encima de la hipotética alianza entre PSOE y PP.

De todo este complicado entramado de apoyos y connivencias hay que concluir que, a la postre, quizá nadie habría comprendido un «matrimonio» de partidos nacionales a pesar de su común oposición al nacionalismo. Porque en un momento como éste, en el que ni siquiera en algo tan fundamental como la política antiterrorista se ponen de acuerdo Zapatero y Rajoy, ¿cómo explicar un pacto en el País Vasco?

Lo que queda meridianamente claro, una vez más, es la división del voto vasco, lo que debe obligar a los dirigentes de esta controvertida región a hacer un gran esfuerzo de diálogo y de entendimiento para que todos los ciudadanos de Euskadi se sientan representados en Ajuria Enea. Si Ibarretxe quiere repetir cargo dentro de cuatro años tendrá que caminar por la senda de la convivencia y no, como ha hecho últimamente, empeñado en la división. Quizá así en un futuro cercano en Euskal Herria se hable de paz.