Aunque para la mayoría de los jóvenes españoles, nacidos en
democracia y criados en un ambiente de confort y seguridad, la
Guerra Civil es poco menos que la prehistoria, todavía viven,
pasando penurias, aquellos niños que fueron evacuados entre
bombardeos y tiroteos de las ciudades que sufrían los peores
momentos de su historia. Españoles hasta la muerte, han vivido
desde la infancia en Rusia y en los países que entonces constituían
la Unión Soviética -con su azarosa historia-, en Latinoamérica -con
todas las crisis económicas y sociales que ha sufrido- y en varias
naciones europeas.
Hoy, aquellos niños son ancianos y su situación, en muchos
casos, era de una injusticia indignante. Ahora el Gobierno
socialista de José Luis Rodríguez Zapatero ha dado un paso adelante
-con la aquiescencia de todas las fuerzas políticas del Parlamento-
para mejorar sus condiciones de vida y pagarles, en una pequeñísima
medida, el sacrificio que tuvieron que hacer.
Seis mil euros al año recibirán como pensión a partir del mes de
marzo, una ayuda económica que para muchos significará el paso de
las penurias que padecen sus países de adopción a una posición
holgada y confortable. Era lo menos que España podía hacer por unas
personas a las que se privó de la infancia, que pasaron vicisitudes
difíciles de imaginar hoy en día, que sufrieron cautiverio en
campos de concentración, los horrores del régimen estalinista, la
invasión nazi y tantas otras cosas.
Quizá ahora, solventada en parte la deuda económica, lo que
habría que hacer es recuperar el testimonio humano de todos ellos
para que las generaciones actuales y las venideras no olviden esa
historia reciente que muchos se empeñan en enterrar.
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