Nuestra Comunitat ostenta el dudoso honor de ser líder en España
en índice de fracaso escolar, lo que pone de manifiesto que algo
muy grande falla en nuestro sistema educativo o en nuestro modo de
vida. Y debe ser algo grande porque en Balears el 37 por ciento de
los estudiantes no alcanza sus objetivos, cuando la media española
-ya elevadísima- está en el 29 por ciento y la europea, en el
18.
Son cifras para reflexionar y para lamentarse. Porque el modelo
de una sociedad está claramente definido por la formación que
tienen sus ciudadanos, especialmente los más jóvenes, que
determinarán cómo evolucionará esa sociedad hacia el futuro.
Y en este caso debemos temer lo peor. Porque la clave de este
fracaso parece estar en dos fenómenos: el ambiente familiar
mayoritario, que fomenta poco la cultura y el estudio; y la
economía turística, que invita a abandonar la formación para
lanzarse a temprana edad al mercado laboral.
Terribles errores los dos. Porque acabaremos siendo -si no lo
somos ya- una sociedad de empleados poco formados, condenados a la
típica falta de horizontes que caracteriza a las personas faltas de
estudios.
La solución, como suele ser siempre, está en invertir más y
mejor en educación y en mejoras sociales. Porque el fracaso escolar
se da con mayor fuerza entre las clases económicas más
desfavorecidas. Es decir, hay que fomentar el amor al aprendizaje y
al estudio en el ámbito educativo, sin descuidar la meta lógica de
toda sociedad: que todos sus miembros gocen de un nivel de vida
aceptable que les permita dedicar años y esfuerzos a la formación
de sus hijos, en vez de lanzarles al mundo del trabajo para
garantizar la supervivencia.
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