Todavía colea la polémica generada por el proyecto de ley contra
la violencia de género al considerar algunos que proteger más
específicamente a la mujer cuando es víctima vulnera el derecho a
la igualdad de los varones. Ahora, sin embargo, la controversia
aparece por todo lo contrario, por un intento histórico por parte
del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de establecer una
igualdad real entre personas con diversas opciones sexuales que a
día de hoy ven mermados algunos de sus derechos básicos.
Regular el matrimonio homosexual era una promesa electoral de
los socialistas que parece en vías de cumplimiento, lo que ha
despertado las iras de la Iglesia católica, y de algunos sectores
políticos, que ven en este paso toda clase de males irreparables
para la sociedad y la moral que la sostiene.
De hecho, el Gobierno ha tenido que recordar a los
representantes de la Conferencia Episcopal que la labor legislativa
reside en el Parlamento y que la Iglesia debe limitarse a aconsejar
a la comunidad creyente.
Así las cosas, no parece éste el mejor momento en las relaciones
entre el Estado y la Iglesia, que habían vivido una etapa
especialmente dulce durante los años de mandato popular.
Pero tienen razón los socialistas en defender el cumplimiento
estricto del programa electoral, especialmente en un asunto que
puede aportar mucha tranquilidad a las personas afectadas y, por
contra, pocos o ningún inconveniente al resto de la sociedad. En
realidad, facilitar a las parejas homosexuales el cobro de una
herencia, el alquiler de un piso o una pensión de viudedad no
significa más que dignificar la situación de parejas que, de hecho,
ya son como matrimonios.
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