Estos días se debate la necesidad de ampliar los supuestos
legales para la interrupción voluntaria del embarazo, al tiempo que
se conocen datos escalofriantes sobre las tasas de abortos en
España y en Balears. Si bien las consideraciones morales o éticas
de permitir el aborto o de ampliar más los supuestos legales entran
en el terreno de lo individual, el fenómeno en sí entra de lleno en
el terreno de lo social. Y ése es el aspecto que debemos
analizar.
En nuestras Islas una de cada cinco mujeres embarazadas decide
deshacerse de su hijo. Habría que preguntarse por qué.
Probablemente, la razón más reiteradamente aducida sería el
tratarse de un embarazo no deseado, o no planificado, especialmente
en lo que concierne a las jóvenes menores de 18 años, que deciden
abortar en casi un 60% de los casos.
Todo ello deja entrever un problema de enormes dimensiones y de
consecuencias inabarcables. Parece ser que hoy por hoy el aborto se
ha convertido en un método anticonceptivo, lo que pone de
manifiesto la tremenda desinformación sobre el tema y la
peligrosísima ignorancia sobre los riesgos que una conducta sexual
de este tipo puede conllevar.
Porque despreciar un método de protección tan sencillo, barato y
accesible como el preservativo provoca este inusitado número de
embarazos indeseados, pero además conlleva otras consecuencias
igualmente terribles: las enfermedades de transmisión sexual, entre
ellas el sida.
Algo falla en nuestro sistema educativo y en nuestras familias
si los jóvenes deciden iniciarse en la vida sexual despreciando la
menor profilaxis. Mirar hacia otro lado y recurrir al aborto no es
la solución. Una cultura de la responsabilidad y de la información
se hacen imprescindibles, dejando de lado los tabús.
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