El «gran dinero» acostumbra a mostrarse reticente ante los cambios políticos, cuando éstos se producen hacia la izquierda. Es por ello que existía cierta expectación a la hora de conocer la «postura» del Banco de España tras el giro político experimentado en este país. Las declaraciones del gobernador del Banco, Jaime Caruana, realizadas con posterioridad al 14 de marzo no dejan lugar a dudas: el modelo de crecimiento económico impulsado por el PP no puede mantenerse en el futuro. Desde el Banco de España se considera que el patrón económico mantenido hasta ahora, basado en el consumo de las familias y en la construcción, está agotado, corriéndose el riesgo, en el caso de prolongarlo, de dar lugar a la aparición de dificultades en el equilibrio financiero de los hogares y de las sociedades. De seguir como hasta ahora, la competitividad de la economía podría resentirse. El diagnóstico de Caruana coincide casi al cien por cien con los reproches que desde el PSOE se han venido lanzando al PP, por considerar que se trataba de un modelo de crecimiento «con pies de barro» que, en conjunto, ha vuelto la espalda a la productividad. A juicio de Caruana, para que el crecimiento económico se mantenga a largo plazo será necesario que la inversión productiva y las exportaciones adquieran un mayor protagonismo como motores de dicho crecimiento, que se modere el aumento de la financiación al sector privado, y que se fortalezcan las bases de la competitividad de nuestra economía. Tienen bastante lógica las apreciaciones del gobernador del Banco de España en lo concerniente a ese desarrollismo de consumo interno que los conservadores propugnaban. Ahora queda por ver si Caruana, cuyo mandato concluye en julio de 2006, tendrá la habilidad suficiente para ejercer la labor propia del Banco -asesorar al Gobierno en sus políticas económicas- ante el nuevo Ejecutivo, más allá de las presiones que pueda recibir.