Cuando aún no había pasado un mes desde aquel trágico 11-M, los
vecinos de la localidad madrileña de Leganés volvieron a verse
sorprendidos por un espectacular despliegue policial y una tremenda
explosión con la que se inmolaron en el interior de un apartamento
terroristas que intervinieron en la masacre de las estaciones de
Atocha, El Pozo y Santa Eugenia y que al verse acorralados por los
GEO decidieron suicidarse. El ministro del Interior en funciones,
Àngel Acebes, declaraba ayer que los integrantes del núcleo que
planificó y ejecutó los atentados del 11-M, después de los sucesos
del sábado, se encuentran detenidos o muertos.
En este punto cabe señalar la eficacia de la investigación
llevada a cabo por la policía, que en un espacio relativamente
breve de tiempo ha conseguido llegar hasta los ejecutores y los
cerebros de la matanza de los trenes. Pero también debemos
constatar que la amenaza del terrorismo islamista no ha concluido.
La colaboración ciudadana continuará siendo una pieza esencial a la
hora de luchar contra cualquier clase de violencia terrorista, sea
cual sea su origen.
Naturalmente es imprescindible que continúen los esfuerzos
policiales y de los servicios de inteligencia, pero también lo es
que los partidos políticos olviden sus discrepancias y presenten un
frente común. La diversidad no está reñida con la unidad frente al
terror.
Los únicos responsables de la barbarie son los que cometen las
atrocidades que ponen fin a la vida de muchas personas inocentes.
Los terroristas no son mártires de causas perdidas, sino vulgares y
simples asesinos capaces de la mayor de las salvajadas. Por eso
precisamente debemos evitar caer en la tentación de justificar lo
injustificable, debemos abocarnos a la solidaridad con las víctimas
y debemos exigir a nuestros representantes que, desde su
responsabilidad, hagan frente a esta lacra.
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