Recientes datos procedentes del Instituto Nacional de
Estadística establecen que en España existe hoy una vivienda por
cada dos habitantes, o lo que es lo mismo, que en un país que
cuenta con una población de 40,8 millones de personas, disponemos
de 20,8 millones de viviendas. Durante la última década, la fiebre
constructora ha determinado un crecimiento del 21,1% en el número
de viviendas, pese a que en idéntico período -los datos se refieren
al que va de 1991 al 2001- la población ha aumentado tan sólo el
5%. Como es natural, todo ello supone que también contemos con más
casas deshabitadas, hasta el punto de que éstas, casi 2,9 millones,
duplican a las de alquiler.
Un análisis más detallado del contenido de la encuesta del INE
resultaría un tanto farragoso; no obstante, y por proporcionar un
dato referido a Baleares, baste decir que el auge del hogar
unipersonal -en la actualidad unos tres millones de personas viven
solas en nuestro país, mientras que en 1991 apenas lo hacían poco
más de millón y medio- ha llevado a nuestra Comunidad a figurar la
primera en este aspecto con un 24,9% de viviendas ocupadas por una
sola persona. La contundencia de las cifras, la desproporción de
las mismas en algunos casos y los problemas que ello puede generar
-robos, «okupas», etc...- forzosamente invitarán a la reflexión a
quienes nos gobiernan. Lo malo del asunto es que es una materia en
la que la legislación puede resultar una empresa particularmente
espinosa.
La Administración está siempre obligada a actuar con criterios
de uniformidad por obvias razones, pero aquí esa necesidad podría
fácilmente convertirse en vicio y no en virtud. Pensemos, por
ejemplo, en la diferencia que existe entre gravar con un impuesto a
quien tiene una, o varias, viviendas deshabitadas y está a la
espera de alquilarlas, o venderlas, y la de hacer recaer ese mismo
impuesto sobre aquel que no alquila, o vende, su propiedad porque
carece de medios para hacerla habitable. La problemática es lo
suficientemente amplia como para que las medidas que se tomen en el
futuro partan de la sensatez.
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