El Gobierno ha aprobado la fusión de las dos plataformas de
televisión digital (Canal Satélite y Vía Digital) siempre y cuando
cumplan las condiciones establecidas, 24 de carácter general y 10
específicas sobre las retransmisiones de los partidos de fútbol.
Desde la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero ha criticado no el
hecho de la fusión, sino la creación de una plataforma auspiciada
por el Ejecutivo de Aznar que ha resultado deficitaria y que,
finalmente, acaba fusionándose. Desde muchos sectores, además, se
contempla con preocupación que esto derive en un nuevo monopolio
que pueda perjudicar seriamente a los consumidores.
Y todo esto acontece en el centro del huracán de una guerra
mediática que enfrenta a los grandes 'holdings' de la información
del Estado, uno de los cuales está directamente implicado en esta
operación empresarial.
Las condiciones impuestas por el Gobierno son, en este contexto,
excesivas para estos últimos; mientras que para sus más directos
rivales resultan demasiado benévolas y permisivas. En cualquier
caso, de lo que se trata es de que exista una televisión digital
que cuente con una calidad suficiente y que, además, como es
lógico, resulte rentable. Lo contrario, obviamente, carecería de
cualquier sentido. Y precisamente por ello es razonable que, en un
intento de salvar la televisión digital, se produzca esta fusión.
Ahora bien, es preciso que se garanticen los intereses de los
consumidores y que éstos no resulten perjudicados por una posible
posición de fuerza de un nuevo monopolio. Esta tarea de protección
es labor del Ejecutivo, que ha debido fijar las normas para que
esto sea así y no de otro modo. Se trata de que lo que salga
reforzado sea el interés general, haciendo éste compatible con los
intereses empresariales.
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