Que el acceso a una vivienda se ha convertido en un auténtico
problema nacional es algo que sabemos todos, pero con las
propuestas que se están planteando desde diversos sectores no se
logrará solucionarlo. El precio del suelo se ha duplicado en dos
años "el coste del solar representa el 50% del precio total de la
vivienda" y lo ha hecho especialmente en Madrid y en las zonas con
atractivo turístico: Balears, Cataluña y Andalucía. Las viviendas,
como dijo el Gobierno, se siguen vendiendo, desde luego, pero habrá
que analizar a qué precio. Una de cada tres familias que soporta
una hipoteca sufre grandes dificultades para pagarla, lo que a la
larga puede suponer una importante quiebra económica y social.
La solución de ampliar en lo posible el suelo urbano parece,
como se suele decir, pan para hoy y hambre para mañana, pues la
extensión de las ciudades hasta el infinito es un despropósito que
puede conllevar graves consecuencias sociales. Y es algo que, por
razones obvias de territorio, en nuestras Islas resulta imposible e
indeseable. Mejor aspecto tienen las medidas destinadas a fomentar
el alquiler de viviendas vacías, pero siempre sería deseable que se
hiciera mediante la bonificación a los propietarios "que se
arriesgan a acoger inquilinos que luego resulten ruinosos", en
lugar de la penalización a quienes mantengan viviendas vacías, como
sugieren desde el Ministerio de Fomento.
Al final, lo que ocurre es que el centro de las ciudades se
queda en exclusiva para oficinas dado el precio de estos pisos,
mientras los cascos antiguos se dejan morir de pura ruina en
clarísimas maniobras especulatorias y la gente se ve obligada a
vivir en las afueras. Para evitarlo se precisa un gran pacto que
involucre a todas las partes y que proponga respuestas que no
perjudiquen a nadie, solidarias y creativas.
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