Más de dos millones de contribuyentes españoles se ahorrarán el
pago del IAE (Impuesto de Actividades Económicas) con la nueva
reforma del Gobierno de José María Aznar. Es, qué duda cabe, una
excelente noticia para los comerciantes y autónomos afectados, que
dejarán de pagar por término medio 400 euros al año, con la loable
intención de potenciar el empleo y la actividad económica. Sin
embargo, en esta cuestión, como en casi todas, hay también sombras.
Porque el impuesto ahora eliminado era cobrado y gestionado por los
ayuntamientos, que verán mermada una de sus principales fuentes de
financiación (de la que obtienen 1.300 millones de euros).
Desde el Gobierno se han apresurado a garantizar que los
municipios tendrán financiación alternativa a través de otros
impuestos estatales, pero esto sólo afectará a las capitales de
provincia o ciudades de más de cien mil habitantes, lo que deja en
la estacada a muchísimos pueblos eminentemente turísticos y
comerciales, como son la mayoría en nuestra Comunitat.
Algunas voces ya han alertado de que los ayuntamientos, en vista
de la desaparición de este impuesto, pueden verse abocados a crear
nuevas tasas y a subir algunos gravámenes ya existentes, como puede
ser el IBI (Impuesto de Bienes Inmuebles), para compensar la
pérdida. Una solución que no haría sino castigar a la ciudadanía en
general, aumentando la presión fiscal y precisamente en una de las
comunidades en las que las familias sufren más para llegar a fin de
mes, especialmente desde que los precios de la vivienda se han
disparado. Y es que, según la oposición, la suficiencia financiera
de las corporaciones locales no está garantizada, ni mucho
menos.
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