Nos encontramos en la recta final del verano y las previsiones de
las asociaciones empresariales y sector turístico se han cumplido:
la delincuencia en las Pitiüses ha aumentado de manera alarmante y
los planes de seguridad para erradicarla han resultado
insuficientes. Desde antes de iniciarse la temporada turística se
estuvo reclamando una mayor dotación policial en la isla para
garantizar la seguridad ciudadana. Y a pesar de que ésta ha
llegado, las quejas, los delitos y las reclamaciones desde
distintos sectores de la sociedad se han disparado.
Los datos que ofreció ayer la directora insular de la
Administración del Estado, Marienna Sánchez-Jaúregui, en los que se
refleja un fuerte incremento del número de detenidos con respecto a
2001 no son más que una muestra de que el número de delincuentes
también se ha multiplicado y que a pesar del esfuerzo ímprobo de
los agentes del orden, el intento de frenar esta avalancha
delictiva no ha funcionado. Pero este problema no afecta sólo a las
Pitiüses, en el resto de España la delincuencia también ha
aumentado y las quejas ciudadanas están al orden del día. Es una
realidad que en este país faltan policías y que también es
necesario un cambio radical en la política de la lucha contra la
delincuencia.
Aquí, en las Pitiüses, se habla de que la aglomeración que se
sufre en verano, sobre todo en agosto, permite delinquir con más
facilidad. Cierto, pero quizás ese no sea ese el verdadero
problema. Eivissa tiene un número de policías escaso, como lo tiene
de médicos, de jueces y de profesores y lo tiene, entre otras
razones, porque estas necesidades se cubren según su población
censada y no la llamada flotante, que es la real y la que vale. Y
esa diferencia, aunque parezca pequeña, es la que provoca que
muchos de nuestros servicios resulten escasos y se encuentren
saturados.
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