Al fin la globalización tiene un efecto beneficioso al conseguir
ayer hacerse realidad un viejo sueño de todo demócrata: la creción
de un tribunal internacional penal que juzgará delitos tan
gravísimos "y que muchas veces, al amparo de legislaciones y
trapicheos nacionales quedan impunes" como el genocidio, los
crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad.
De momento 74 países respaldan la iniciativa, lo que dará al
mundo la oportunidad de someter a la justicia a cuantos hayan
pisoteado los derechos humanos en buena parte del planeta. Y todo
muy a pesar de Estados Unidos, China y Rusia que, por lo visto,
tienen mucho que ocultar, pues se han empeñado en proporcionar a
sus soldados en misiones de paz en el extranjero una total
impunidad, a pesar de que este tribunal no podrá examinar ningún
delito cometido antes de ayer.
La bandera de la contestación la enarbola, como era de esperar,
Washington, que quizá recuerde los dramáticos hechos de Somalia
"donde los cascos azules de la ONU, de distintas nacionalidades, se
emplearon a fondo en violar y maltratar a mujeres y niños cuando se
suponía que tenían que darles protección" y prefiera correr un
tupido velo en vez de perseguir a los delincuentes y castigarlos
como marca la Ley.
Y lo mismo puede decirse de China o Rusia, con episodios
terribles como el de Tiananmen "y tantos otros, menos publicitados"
o los de Chechenia, donde se han violado los derechos humanos una y
otra vez sin que nadie haya tenido que responder por ello. Quizá
con la existencia de este tribunal internacional los dictadores del
mundo entero y sus seguidores se lo piensen dos veces antes de
empuñar el timón de la violencia.
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