Medio millón de personas afectadas no es un dato para tomárselo
a risa y así parece haber reaccionado Comisiones Obreras ante la
posibilidad de que las compañías aéreas le reclamen jurídicamente
indemnizaciones por los daños y perjuicios causados durante la
pasada huelga del transporte discrecional en Balears, convocada por
este sindicato. Aún no se ha cuantificado el global de las pérdidas
sufridas, porque todavía no se han valorado las reclamaciones
particulares de todos los afectados, pero sin duda la cifra será
escandalosa tras tres días de huelga sin servicios mínimos.
Pero las cosas no son tan fáciles en un asunto de tanto calado.
Porque Comisiones Obreras, y en eso tiene el sindicato cierta
razón, no cumplió los servicios mínimos que la Administración le
impuso "del ochenta por ciento", pero nadie movió un dedo para
forzarle a que los cumpliera. Así las cosas, el derecho a la huelga
se convierte en un arma arrojadiza contra la ciudadanía, que hace
más daño a la gente corriente que a la empresa a la que se intenta
presionar.
Y ahí está el quid de esta cuestión, pues ni las empresas
quisieron que se cumplieran los servicios mínimos por temor a
represalias violentas de los huelguistas, ni las autoridades
hicieron nada al respecto, sino mirar y callar, así que no será
fácil establecer las responsabilidades últimas de este conflicto.
Después del desastre todo son lamentaciones, pero ahora, con la
cabeza fría, cabe preguntarse quién en última instancia pagará los
platos rotos. Pensemos que en Alemania los pasajeros afectados ya
han empezado a recibir compensaciones económicas, de una media de
25.000 pesetas, y eso, multiplicado por miles de personas, es una
salvajada a la que no harán frente los touroperadores sin
rechistar. La Justicia tendrá que pronunciarse y a buen seguro que
su respuesta no satisfará a todos por igual.
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