La celebración del Día sin Coches tuvo una desigual incidencia
ayer en Balears, donde la circulación de vehículos particulares en
ciudades como Palma, Maó o Eivissa descendió en los cascos
antiguos, cerrados al tráfico, pero se mantuvo o hasta se
incrementó en los alrededores. No faltaron, incluso, momentos de
tensión y atascos de consideración en algunos puntos. En este
sentido, el Día sin Coches ha sido un fracaso, porque ha puesto en
evidencia, por un lado, que las ciudades no están preparadas para
prescindir de un día a otro de los vehículos particulares y, por
otra parte, el altísismo grado de desinformación de muchísimos
ciudadanos. Es evidente que en un solo día no se pueden cambiar
hábitos adquiridos a lo largo de mucho tiempo.
Es indudable que cada vez son más los voces que apoyan la
peatonalización de los cascos históricos, pero no se puede esconder
la realidad de unas barriadas con una alta densidad de población
que debe usar sus vehículos particulares para acceder al centro
ante la carencia de un transporte público adecuado.
Para conseguir no un día sino una sucesión de días sin coches es
preciso llevar a cabo diversas actuaciones. Es necesario mejorar
las zonas de estacionamiento e incrementar los servicios públicos
de transporte con unos precios razonables y asequibles y,
finalmente, llevar a cabo campañas de concienciación que lleguen a
todos los ciudadanos. Mientras esto no suceda, podemos vivir
situaciones como la de ayer, con una desinformación notable, con
atascos y escenas de nerviosismo. Lo que debería haber sido un día
para disfrutar de unas ciudades, o partes de ellas, libres del
agobio de los automóviles, se convirtió, en algunos momentos del
día y para muchos conductores, en un día de ingrato recuerdo. Una
verdadera lástima.
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