Aunque para la mayoría de los ciudadanos de a pie la
macroeconomía se parezca más a un jeroglífico indescifrable que a
algo cercano y decisivo, lo cierto es que hoy, tal como están las
cosas, nos afecta casi más directamente cualquier decisión del
Banco Central Europeo que las que adoptan instituciones mucho más
próximas. Por eso el constante hundimiento del euro "esa moneda que
dentro de poco estará en todos nuestros bolsillos y que cada semana
pierde valor" frente al dólar nos va a dar más de un disgusto en
los próximos meses.
Hoy mismo está previsto que el banco europeo decida incrementar
el precio del dinero "entre 0'25 y medio punto" para tratar de
darle un pequeño empujón a la moneda única y para combatir a la par
una inflación que se dispara sin remedio en todo el continente. Las
autoridades monetarias comunitarias consideran que el dos por
ciento de inflación es un baremo muy razonable de aquí a fin de
año, libre de riesgos, pero ningún país de la Unión Europea ha
logrado cumplir este objetivo el pasado mes de julio, cuando la
media se situó ya bastante por encima, en el 2'4 por ciento. Parte
de la culpa la tiene el incremento imparable del precio del
petróleo y, con él, la fortaleza del dólar, algo que levanta aquí
muchas ampollas.
Los expertos abogan por medidas contundentes como la de subir
los tipos de interés para frenar un poco el consumo y provocar así
la moderación en los precios, aun a riesgo de ralentizar el
crecimiento económico europeo. Lo malo es que a los ciudadanos la
cotización del euro nos preocupa ciertamente poco y, en cambio, una
subida de los tipos "los analistas auguran que alcanzarán de aquí a
diciembre el 5%" nos provoca toda clase de insomnios, en especial
porque las hipotecas "casi todas variables" se resienten de
verdad.
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