Las cifras del paro en nuestro país vuelven a sorprendernos precisamente cuando se inicia la temporada turística, que arrastra siempre miles de contrataciones. Ocurre que desde la perspectiva del Gobierno y del Inem los datos son inmejorables, pues el desempleo bajó en más de 47.000 personas, lo que supone algo más del 3%, quedando el total de parados en España en más de un millón y medio de personas. Hay que añadir algunos rasgos significativos que nos dan una idea más clara de cómo está el asunto. A lo largo del mes pasado se firmaron nada menos que 1.223.169 contratos, lo que podría suponer casi el fin del desempleo, pero de ellos sólo 107.000 fueron indefinidos. O sea, que más de un millón cien mil contratos fueron en precario. Prácticamente todos.

Ahí está el quid de la cuestión. En nuestro país, que está atravesando probablemente la mayor expansión económica de los últimos años, el crecimiento no consigue crear empleos estables. Muchas personas, demasiadas, de este país trabajan "gracias a las empresas de trabajo temporal" un día en una cosa y al día siguiente en otra, sin saber qué será de ellos en el momento en que la economía empiece a perder gas, cosa que ocurrirá tarde o temprano.

Por eso los sindicatos y las fuerzas progresistas denuncian los datos porque tienden a falsear la realidad. Y la realidad es que más de un millón y medio de españoles están sin empleo, y la reducción del paro este último mes de mayo ha sido muy inferior a lo que suele ser habitual en ese período, lo que da qué pensar.

En eso están los sindicatos, que esta semana se reunieron con el presidente Aznar y le pidieron lo de siempre: que se penalice el empleo en precario y que se aborde de una vez la reducción de las jornadas de trabajo. Difícil lo tienen.