La ministra de Sanidad recién estrenada, Celia Villalobos, parece haber iniciado con mal pie su andadura al frente de uno de los ministerios más sonoros del país. Pues cuanto afecta a la salud de los ciudadanos de a pie es siempre de máximo interés para la opinión pública.

Por eso la noticia de la muerte de varios pacientes en lista de espera para ser operador por dolencias cardíacas ha caído como una bomba en el seno del ministerio y, claro, en todos los periódicos, radios y televisiones del país. Incluso hemos visto titulares tan absurdos como el que reflejaba las palabras de todo un Jordi Pujol al respecto, que decía que este tipo de situaciones son intrínsecas en un sistema sanitario gratuito. El president de la Generalitat es demasiado inteligente y hábil como para creer que todos los españoles son tontos, pues a nadie puede engañar al hablar de gratuidad en una Seguridad Social que a todos los trabajadores del país les cuesta un buen montón de dinero todos los meses, lo mismo si hace uso de ella como si no.

No está ahí, desde luego, el problema de fondo de este asunto. Que el sistema sea o no gratuito "que no lo es" no debe incidir en una organización nacional a la que sólo y exclusivamente debe exigírsela eficacia, rapidez y excelente servicio al usuario. La Seguridad Social no es la beneficencia, la mayoría de quienes utilizan sus servicios pagan por ellos mucho dinero todos los meses durante muchos años. Y a cambio deben recibir sólo lo mejor y de forma inmediata.

Celia Villalobos tiene ante sí una tarea de titanes, difícil más que por el volumen de la red sanitaria "gigantesca" por su propia estructura y organización, viciada desde hace décadas por formas de trabajar poco adecuadas a las exigencias de hoy en día. Tal vez la fórmula de las fundaciones privadas sea la respuesta. Habrá que esperar para verlo.