El principal argumento que el senador pitiuso, Isidor Torres, tiene para impulsar la creación de un hospital en Formentera es la necesidad de que la gente pueda tanto nacer como morir en la isla. La situación, como se ha recordado desde distintos sectores, es la siguiente: las mujeres que van a dar a luz tienen que ser evacuadas a Eivissa y los pacientes en situación terminal han de ser atendidos también fuera de su lugar de residencia. Resulta evidente que la situación, desde esta perspectiva, es más que triste porque, tanto el orgullo que sienten los padres por que sus hijos vean la luz en su propia tierra como el sueño que casi todos ellos tienen de abandonar este mundo en el lugar del que son, parecen derechos de los que nadie puede ser privado. Existen en la isla, además, una serie de necesidades sanitarias fáciles de comprobar y que podrían ser también satisfechas por este centro de internamiento. Son aquellas que ahora se resuelven con evacuaciones, costosas en lo económico para la Administración, pero aún más para las familias. Cumplir esta reclamación, desgraciadamente, tiene un coste proporcionalmente alto. El Estado se rige por parámetros que, por otro lado, nunca convienen a Formentera, a la que constantemente se niega la posibilidad de ser una excepción en la regla. La demografía está en contra de la isla . Los más de seis mil habitantes de la isla no suman un número suficientemente significativo como para que un ente que se rige por la estadística se plantee algunas actuaciones.

La Administración "bien la actual, bien la siguiente o la posterior" tiene una oportunidad única de cumplir con Formentera, históricamente privada de muchos servicios públicos, insensible al hecho de que los ciudadanos no son responsables de sus peculiaridades. Son estas las que exigen, por sí mismas, un hospital en la isla.