El tabaco sigue siendo noticia, por un lado y por otro, aunque
por causas bien distintas. En primer lugar, porque el Gobierno
norteamericano ha decidido demandar a los grandes fabricantes de
cigarrillos para tratar de recuperar parte del dinero que la
Sanidad gasta en el tratamiento de las enfermedades derivadas del
consumo de tabaco. Y en segundo lugar por la anunciada
reorganización de Tabacalera, que pretende cerrar varias de sus
fábricas para optimizar su rendimiento, despidiendo a centenares de
sus trabajadores a pesar de haber declarado unos beneficios de
23.500 millones el año pasado. Pero vayamos por partes, porque en
este tema hay mucha hipocresía y algunas falsedades.
Los dirigentes norteamericanos acusan a las tabaqueras de fraude
y engaño a sus consumidores, por ocultar los efectos perniciosos
que se derivan del consumo de tabaco. Cada año casi medio millón de
estadounidenses mueren a consecuencia de las enfermedades que
provocan los cigarrillos después de costosos y largos tratamientos
médicos. Ahora el Gobierno intenta que las empresas responsables de
la fabricación de cigarros costeen parte de esos tratamientos.
Quizá los tribunales le den la razón al Gobierno de Clinton,
pero lo cierto es que desde hace décadas todas las personas que
pueblan este planeta son plenamente conscientes de que el tabaco
mata y crea adicción y eso no ha evitado que el consumo siga
incrementándose año tras año. Habría que preguntarse el porqué.
Tal vez tenga mucho que ver el hecho de que los gobiernos de
todos los países gravan con elevadísimos impuestos el consumo de
cigarrillos y eso, claro, es una fuente de ingresos para el erario
público que muy pocos estarán dispuestos a perder.
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