Los datos referidos a las consecuencias de la siniestralidad, facilitados por el SAMU en las Islas, provocada por los patinetes eléctricos pone de manifiesto las amenazas reales a la seguridad de este tipos de vehículos; tanto para los peatones como para los propios usuarios. De hecho, son los propios conductores los que son las principales víctimas de los accidentes, en especial por una velocidad excesiva y el incumplimiento de la obligatoriedad en el uso del casco. Las heridas son en muchas ocasiones graves y requieren incluso el ingreso en UCI. Los peatones son también, en un 18 por ciento, los que sufren las severas consecuencias de los atropellos. El conflicto es evidente y las protestas no han logrado resolverlo.
Previsión y tolerancia.
Promover alternativas el uso del automóvil en las ciudades se ha traducido en un notable incremento de desplazamientos en bicicleta o mediante patinetes eléctricos, de bajo coste y clara eficacia. Sin embargo, la proliferación de ambos vehículos ha arrebatado importantes espacios públicos de los peatones y los coches. Las ciudades no se crearon con las exigencias actuales y las interferencias nocivas de unos con otros es una constante, con efectos que los datos evidencian que no son los deseables. La falta de una educación vial previa de los usuarios ha desencadenado una situación que es preciso abordar desde las instituciones con urgencia.
Medidas urgentes.
El incumplimiento sistemático de las normas por parte de los usuarios de bicicletas y patinetes tiene su raíz en la laxitud con la que se abordado desde el principio esta inevitable convivencia, quizá porque nunca se llegó a sospechar el éxito de los patinetes eléctricos; gracias en buena medida a los avances tecnológicos que incorporan. Es preciso un plan que garantice la competencia de estos nuevos conductores que ya invaden nuestras calles.
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