Este ejercicio de 2022, que ya ha entrado en la recta final, se caracteriza por la desmesura en numerosos aspectos. El fin de las restricciones derivadas de la pandemia ha generado una nueva dinámica social que ha trazado un nuevo escenario. Los ciudadanos, de dentro y fuera del país, han optado por recuperar el tiempo perdido en materia de ocio y diversión; factores en los que Balears ha ocupado un lugar casi de privilegio. Un aumento por encima del 13 por ciento en el Producto Interior Bruto (PIB) confirma la excepcionalidad de un año que comenzó repleto de incertezas.
El empleo, el gran beneficiado.
El extraordinario ritmo que ha alcanzado la economía balear en este 2022 ha tenido, sin duda, en el empleo su mejor consecuencia. Las Islas han logrado alcanzar lo que puede considerarse el pleno empleo técnico, gracias en buena medida al magnífico comportamiento que ha tenido la industria turística en su conjunto. Como es fácil suponer, los beneficios empresariales también han alcanzado cotas que en no pocos casos superan las de 2019; otro año que se consideraba imbatible. En este escenario de recuperación económica, Balears se ha destapado como un destino de primer orden, con un gran poder de seducción entre los turistas de alto nivel adquisitivo.
Las otras consecuencias.
Esta privilegiada evolución económica, también esconde algunos aspectos menos ventajosos para los residentes de las Islas. El precio de la vivienda, en alquiler y venta, es desorbitado (el más alto de España); servicios de suministro de agua y depurado desbordados por el incremento de la población, al igual que la sanidad pública o los servicios de seguridad. Sin duda, Balears necesita prepararse, planear su nuevo futuro y gestionar su éxito de forma razonable. Son las grandes asignaturas que debe asumir este Govern –o el que venga– de forma inmediata.
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