Ayer entró en vigor el descuento de 20 céntimos en el litro de los combustibles –gasolina y gasóleo–, una medida aprobada por el Gobierno para desactivar el paro de los transportistas y que, además, puede tener cierta incidencia en la contención de la inflación de los próximos meses. Sin embargo, el sector de las gasolineras se muestra crítico con la iniciativa debido a la falta de concreción sobre cómo podrán recuperar el importe del descuento; aspecto sobre el que el Ministerio de Hacienda evita dar detalles. Estamos –conviene tenerlo presente– ante una medida coyuntural a la espera de una futura normalización de los mercados tras el fin del conflicto entre Rusia y Ucrania.
Inflación imparable.
España es uno de los países de la UE más castigados por la espiral inflacionista, alimentada por el alza de los productos petrolíferos; aunque en este último tramo los precios se hayan estancado o incluso bajado. Sin embargo, el flujo internacional de combustibles ya elaborados está sometido a enormes presiones especulativas; hasta el punto de que el gasóleo ya esté por encima de las gasolinas en las estaciones de servicio. El descuento de 20 céntimos por litro puede ser una opción con efectos a corto plazo, toda vez que la fiscalidad estatal y autonómica no se han modificado a la baja.
La energía, el gran problema.
Las economías occidentales están siendo especialmente castigadas por un encarecimiento de los combustibles fósiles –petróleo y gas– y cuando el fin de la pandemia ya está próximo, todas las previsiones de crecimiento a corto y medio plazo de los organismos internacionales más solventes han quedado desfasadas. Las tensiones locales –como ocurre entre Argelia y Marruecos–, la disminución de la producción en los países del Golfo y, por último, la invasión rusa de Ucrania dibujan un escenario muy complejo para la obtención de fuentes de energía estables y a precios competitivos.