El fenómeno de las criptomonedas ya cuenta con su cara más desagradable y peligrosa, los desaprensivos no han tardado en extender sus tentáculos en un mundo que crece de manera exponencial con el reclamo de beneficios astronómicos. El negocio más rentable es, para algunos, la especulación con el bitcoin, una moneda virtual de cotización aleatoria y con un enorme riesgo para los inversores. La novedad y el desconocimiento de los inversores abonan el terreno para los estafadores, los cuales tratan de cercar equipos especializados de la Guardia Civil; una batalla en la que no hay fronteras.
Estafadores especializados.
El reclamo de operaciones con una elevada rentabilidad inmediata es un anzuelo infalible para cazar incautos, un procedimiento que conocen bien los profesionales de la estafa pero que, en esta ocasión utilizan sofisticados sistemas para hacer desaparecer los ahorros de sus clientes. La labor policial es indispensable, pero hay un fenómeno de base que no resulta sencillo de corregir: la ignorancia sobre procedimientos virtuales de casi última generación. En torno a las criptomonedas hay, por supuesto, experiencias de inversiones exitosas pero también fracasos estrepitosos. El valor del bitcoin no responde siempre a los criterios básicos de la economía y las finanzas, por eso los incautos sucumben con facilidad.
Labor didáctica.
Dar con los estafadores es una tarea prioritaria para la Guardia Civil, pero en el contexto actual también parece razonable enfatizar las labores de prevención frente a este tipo de delitos. Todo parece indicar que Balears vive una auténtica explosión de operaciones fraudulentas con este tipo de monedas virtuales, razón de más para demandar una campaña divulgativa que advierte de los nuevos peligros que acechan a la ciudadanía, más en una actividad en la que no resulta sencillo calibrar el alcance de los riesgos que se asumen.