La iniciativa de la Conselleria de Transició Ecològica i Sectors Productius relativa a la redacción de un documento para la declaración de la emergencia climática en Balears, cuya aprobación está prevista para las próximas semanas, debe enmarcarse en la semana internacional que pretende concienciar sobre la necesidad de actuar contra el cambio climático en todo el mundo. Las evidencias científicas son, año tras año, cada vez más contundentes y concluyentes en el sentido de que es urgente evitar un proceso que compromete la vida –al menos en los parámetros actuales– en todo el planeta.
Toma de conciencia.
Es evidente que las medidas que pueda plantear el Govern, al igual que el Ajuntament de Palma con el bando que ayer firmó el alcalde José Hila, son un mero gesto. La declaración de emergencia climática en Balears tiene un claro valor simbólico, pero es un primer paso imprescindible para la toma de conciencia social sobre un problema de una magnitud y trascendencia enormes. Hay, sin embargo, un aspecto que no puede pasar desapercibido: es la Administración la que tiene las armas más potentes para corregir las causas del cambio climático, que no son otras que los gases de efecto invernadero. Las aportaciones individuales son imprescindibles, pero los gobiernos y las organizaciones internacionales son los grandes obstáculos a salvar.
Un compromiso global.
La iniciativa balear se diluye ante la intransigencia de los países más contaminantes o productores de petróleo. EEUU, China, India, Irán, Iraq, Canadá, Australia... fueron los grandes ausentes de la cumbre de la ONU. Esta actitud contrasta con otros países como Alemania, cuya canciller ha anunciado un ambicioso plan con inversiones millonarias para reducir la huella medioambiental del país. Aplazar la toma de decisiones para minimizar el cambio climático es un error que Balears no quiere cometer. Habrá que ver en qué medida lo cumple.