La vicepresidenta primera del Parlament, Gloria Santiago, se ha convertido en una de las protagonistas de la semana al emitir un vídeo en las redes sociales en el que ironizaba sobre la figura del Rey y recordaba que el monarca no había sido votado por los españoles. Además, Santiago aireaba su rechazo a vestir un vestido corto para ir a la recepción real, tal y como marca el protocolo y la etiqueta, y por ello llevó pantalón, desconociendo que ir de corto significaba no ir con un vestido de gala. Estas salidas de tono le han merecido muchas críticas en las redes, incluso procedentes de sus propios compañeros de Podemos.
Deber institucional.
A Gloria Santiago no hay que reprocharle que sea republicana y que rechace la monarquía parlamentaria como sistema político en España. Tampoco que piense que el Rey tiene que ser votado por los ciudadanos, olvidando que la Constitución que prevé la monarquía parlamentaria fue ampliamente refrendada por los españoles en 1978 a través de referéndum. Santiago es objeto de crítica por no saber comportarse como su cargo de vicepresidenta del Parlament exige y sobre todo por no estar a la altura de la institución que representa. Sorprende que airee su supuesta rebeldía respecto a la recepción a la que fue invitada cuando nadie, absolutamente nadie, la obligó a acudir. De hecho otros compañeros suyos de Podemos nunca acudieron a la Almudaina y nada ocurrió.
Un ridículo.
Gloria Santiago ya lleva suficiente tiempo en política para saber que una cosa es ser activista social y otra, ostentar un cargo. Y su cargo precisamente no es menor porque es la vicepresidenta de la primera institución de Balears. Con sus vídeos en las redes hace un flaco favor al Parlament, a sus votantes, a su propio partido, y especialmente a la República que ella dice defender. Los ciudadanos merecen políticos que no den la nota de forma continua, premeditada y gratuita, aunque en el caso de Santiago es improbable un cambio de forma de actuar.