Pedro Sánchez no logró superar ayer su segundo intento de investidura como presidente del Gobierno, una circunstancia inédita en este período democrático, debido a la abstención del grupo de Unidas Podemos. El enfrentamiento personal entre el candidato socialista y Pablo Iglesias imposibilitó la formación de un Gobierno que se negoció hasta el último minuto, aunque en un ambiente enrarecido y desconfiado entre ambas formaciones. El resultado del pleno deja en el aire el último intento del próximo mes de septiembre, que si también resulta fallido obligará a la convocatoria de unas nuevas elecciones generales en el mes de noviembre.
Aversión personal.
Sánchez logró aumentar sus apoyos con los votos del PNV, Compromís y Esquerra Republicana de Catalunya, pero Unidas Podemos mantuvo su voto abstencionista y bloqueó la investidura por la falta de acuerdo sobre su entrada en el futuro Gobierno. El debate evidenció los recelos personales entre Sánchez e Iglesias, una falta de entendimiento personal que se antoja difícil de superar. Ambos líderes han acabado siendo víctimas de sus propias estrategias, como se evidenció durante el debate; las semanas previas el pleno de septiembre serán claves para explorar las posibilidades de entendimiento para descartar otra cita electoral.
Desconcierto en la izquierda.
La imposibilidad de superar la investidura supone un sonoro fracaso de Pedro Sánchez e hipoteca la andadura del futuro Gobierno, pero los efectos se extienden a toda la izquierda, que se presenta ante su electorado como incapaz de superar sus diferencias ante un objetivo común. Las declaraciones de algunos portavoces, como en el caso de Rufián, en este sentido son sintomáticas. Sin posibilidad de alianzas con Cs, cada vez más radical en sus posicionamientos, no hay otra opción que restañar las heridas y recuperar la confianza perdida.