El hecho de que la Inspección de Trabajo detectase 1.501 empleos irregulares en Balears en los primeros diez meses de 2016 revela que el problema de la economía sumergida en Balears continua en auge al amparo de la recuperación económica. El empuje del turismo implica el crecimiento de oferta no regulada y de mayor demanda de la complementaria. Eso se traduce en puestos de trabajo en la sombra, consecuencia también del todavía alto nivel de paro y de que haya muchos trabajadores dispuestos a aceptar lo que se les ofrezca.

Regularizar al máximo. La economía sumergida es en su conjunto muy dañina para el desarrollo social. Se dejan de pagar impuestos y cotizaciones, lo cual repercute en un peor funcionamiento de los servicios públicos y se entra de lleno en la competencia desleal, que acaba por distorsionar el tejido productivo. Es imprescindible que Inspección de Trabajo siga avanzando en su tarea con eficacia porque su labor contribuye a fortalecer la estructura económica. Tanta economía sumergida es sinónimo de tercermundismo. Las naciones más desarrolladas se distinguen por el acatamiento de la ley de todos sus actores, sean empleadores o empleados. Al final, esta diligencia se traduce en una mejor oferta y en una mayor profesionalización, imprescindible en Balears dada su dependencia del monocultivo turístico.

Mirar al futuro. Poner coto al empleo irregular es tener perspectiva de futuro. El submundo sumergido ligado al turismo es pan para hoy y muchos problemas de cara al mañana. Una oferta no regulada, excesiva y baratera podrá tener éxito a corto plazo, pero acaba por dañar la imagen del Archipiélago. Crea trabajo, es cierto, pero no seguridad ni estabilidad. Es preciso que las autoridades turísticas, comenzando por las institucionales, adviertan seriamente de este peligro. La cultura del respeto a la legalidad debe imponerse porque conlleva la garantía de un mañana basado en la calidad y en el prestigio.