La votación en la primera de las sesiones de investidura de Mariano Rajoy ha arrojado el resultado esperado. Los 170 votos a favor han sido insuficientes frente al bloque de las fuerzas de izquierda y nacionalistas que se han opuesto a la elección. En estas condiciones, el pleno del próximo viernes confirma la imposibilidad de lograr el desbloqueo en la formación de un nuevo Gobierno en España, cuya situación de interinidad se prolonga desde el mes de diciembre del pasado año. El actual escenario obliga a la apertura de una nueva ronda de contactos del Rey para proponer un nuevo candidato, circunstancia que no parece que pueda producirse hasta la celebración de los comicios autonómicos de Galicia y el País Vasco, previsto para el próximo 25 de septiembre. Mientras nadie mueve ficha.

Parálisis bilateral. Rajoy y sus aliados han apelado al sentido de la responsabilidad del jefe de filas socialista, Pedro Sánchez, para que con su abstención propiciase la reelección del candidato conservador; indudable vencedor de las elecciones del pasado mes de junio y cuyas alianzas le dejan a sólo seis votos de la mayoría absoluta. Sin embargo cabe destacar que en estos momentos sólo el PSOE se perfila como hipotético cómplice para lograr prolongar el mandato del PP, los nacionalistas vascos y catalanes –históricos socios de derecha e izquierda en diferentes legislaturas– también han negado cualquier tipo de eventual entendimiento con Rajoy. Al menos hasta conocerse los resultados de las elecciones del día 25 de este mes. Sánchez tampoco se muestra capaz de ofrecer una alternativa solvente al fracaso de Rajoy.

Entrar en razón. Dando por cierta que la hipótesis de la convocatoria de unas tercera elecciones generales está descartada por los líderes de las principales formaciones, cabe suponer que los diferentes actores tendrán que saber anteponer sus intereses personales o partidistas para desbloquear una situación que provoca la indignación y el hastío entre los ciudadanos.