Cualquier persona con sentido crítico sobre el mundo, es activista. No encuentren ustedes excusas para no serlo. No es malo. Aunque no se signifiquen en las calles. Lo que Karen y Grian están haciendo es de más valor. Están poniendo en riesgo su salud, llevan unos días ayunando ( en la fecha de hoy son 24), para concienciar sobre aquello que es responsabilidad de todos: estamos acabando con el único planeta en el que podemos vivir.

Decía Berger que manifestarse es ensayar la revolución. Visibilizado el problema (no hacen falta más signos ante nuestros ojos: el clima, los incendios, la contaminación, las enfermedades...) y adquirida la conciencia para activarnos, lo siguiente es la toma de decisiones. Dos activistas del movimiento Extinction Rebellion, Karen desde Ibiza y Grian desde Granada y muchos más en otros países, piden que la toma de decisiones dependa de asambleas de ciudadanos, criterios científicos, datos objetivos y que se priorice la vida, sacarla del mercado. Tienen razón, pero no basta, hay que ayudarles. Quien no se atreva a salir a la calle, que se atreva a cambiar de opinión, a echar una mano, a no dejarse engañar y eso ya es mucho.

A Karen la echaron de la calle porque no se puede turbar la paz del viandante. La calle es sitio de terrazas, de promotores de discotecas o restaurantes, artistas, mendigos, pero no para manifestar, para concienciar de que se nos acaba la vida si no cambiamos. No discutamos la literalidad de la norma municipal porque es inútil, retorcerían la letra hasta que cante lo que quieren que diga. Respondamos de otra manera. Llenemos la calle, tenemos derecho a manifestarnos tras el trámite burocrático cumplido. Ayudemos a estos activistas que nos representan haciendo que los mismos que les impidieron estar en la calle ahora la acordonen porque tenemos derecho a manifestar que sólo hay un planeta, que no puede tener los dueños que tiene y que nos quedan pocas oportunidades para cambiar el futuro sin esperanza. Hagamos, de su ayuno, un festín de justicia.