«Nuestros descubrimientos sugieren que, para alguna gente, breves siestas diurnas pueden ser parte del puzle que ayuda a preservar la salud del cerebro según envejecemos», informa Victoria Garifield, una de las investigadoras, en la web Xataca. Su estudio, publicado en la revista Sleep Health, fue realizado en personas de entre 40 y 69 años a las que se le tomaron como referencia 97 fragmentos de ADN de todos los participantes en el estudio.
Los expertos recomiendan que la siesta se haga lo más temprano posible, ya que sino puede afectar al ciclo del sueño por la noche. Además, indican que se deben llevar a cabo más investigaciones para establecer los vínculos concretos que relacionan la siesta con el aumento de tamaño del cerebro.
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