Así lo ha expuesto en el I Congreso Internacional sobre Derecho y Victimología, celebrado este lunes en la Facultad de Ciencias Jurídicas, Económicas y Sociales de la Universidad Católica de Valencia (UCV). Centrado en la situación de los menores en la sociedad digital, el encuentro organizado por el grado en Criminología ha contado con un elenco de expertos, informa la institución académica.
Antón forma parte del grupo de la Policía dedicado a investigar los delitos online que se comenten con los menores como víctimas y posee una larga trayectoria en esta área, luchando, entre otras lacras, contra las redes de pornografía infantil.
Desde su conocimiento profesional, ha explicado el proceder de los criminales que operan en este ámbito: «Millones de niños y adolescentes juegan online e interactúan a través de las redes sociales. Haciéndose pasar por alguien de su edad, una persona mayor, generalmente un hombre, habla con un menor al que después engaña para tener cierto tipo de conversaciones o para que le envíe fotografías o vídeos».
«Cuando el pederasta obtiene algo que el menor no quiere que sea público, le extorsiona. A cambio de no sacar a la luz esas conversaciones, vídeos o fotos, el adulto exige al menor que le envíe más contenidos privados, suyos o de amigos suyos, por ejemplo. La víctima de este crimen puede acabar suicidándose, por lo que hablamos de un asunto realmente peligroso», ha aseverado.
Para evitar que suceda esto, el especialista ha defendido la necesidad «de enseñar a los menores desde muy pronto que nunca deben compartir fotos ni videos suyos o de otras personas en internet, pues nunca saben a ciencia cierta con quién están hablando». «Los perfiles de un menor en todas las redes sociales deben ser siempre privados y las contraseñas deben ser muy fuertes, con doble factor de autenticación --ha subrayado--. Además, nunca debe aceptarse una solicitud de amistad de alguien que no conozca».
«Los padres deben conocer lo que usan sus hijos y mirar siempre con quién hablan. Una cosa son los amigos que tienen en la calle y otra los que tienen en internet. Los chavales no conocen personalmente a la mayoría de sus amistades online: simplemente ven una foto de perfil que les gusta o es alguien que juega al mismo videojuego y con eso les basta para interaccionar con quien se encuentre tras ese nombre de usuario», ha afirmado.
La supervisión paternal, «la clave»
En su opinión, la «clave» en la prevención de estos delitos la tienen los padres: «La supervisión paternal sobre lo que hace un hijo en internet debe ser absoluta. Esto es tremendamente importante y, sin embargo, muchísimos padres no saben lo que hacen sus hijos con el móvil, la tableta o el portátil. En muchas ocasiones, simplemente se los regalan o se los prestan sin más».
«Debemos mirar muy bien las configuraciones de la tecnología que ponemos en manos de nuestros hijos, conociendo las posibilidades de control parental que nos ofrecen y estar muy atentos después. Apple, por ejemplo, está implementando herramientas muy buenas para la supervisión paterna a través de la Inteligencia Artificial (IA). Gracias a ellas, mi hija de 10 años debe enviarme una petición de permiso cada vez que quiere instalar una aplicación en su Ipad. Si manda o recibe cualquier foto de un desnudo, esta IA la detecta, detiene el envío y me avisa de lo que está sucediendo», ha explicado.
Sin embargo, la IA es un nuevo quebradero para investigadores como Antón: «Como toda nueva tecnología, el ser humano la puede usar para el bien o para el mal, y la Inteligencia Artificial tiene un enorme potencial delictivo. Basta saber que puede crear fotografías y vídeos prácticamente reales o copiar y reproducir voces, de manera que un pederasta podría engañar a un menor utilizando la voz de su padre, de su madre o de un amigo para conseguir casi cualquier cosa de él. Por ejemplo, un adolescente puede enviarle cosas a su novia que no enviaría a nadie más, sin saber que no habla realmente con ella».
Chicas de 12-17 años, víctimas más recurrentes
En el congreso ha participado el criminólogo Adrián Jiménez, profesor de la UCV que ha asegurado que «las víctimas más recurrentes del 'grooming' son chicas de entre 12 y 17 años que pasan bastante tiempo en internet, con perfiles públicos de redes sociales y que suben fotografías suyas de contenido personal». El acosador siente «predilección» por estas víctimas potenciales porque percibe «que están más abiertas al contacto con desconocidos y que no tienen tapujos a la hora de mostrar algunos contenidos».
«Hoy muchos menores no toman conciencia de los riesgos existentes en las redes sociales. Entre ellos, los más vulnerables son los que no reciben suficiente atención, cariño, validación, contacto cálido y estrecho por parte de sus padres. De manera inevitable, tienden a intentar satisfacer esa necesidad psicológica fuera de casa. Una mala relación de apego, un vínculo paternal no saludable hace que el menor esté más predispuesto a conductas no seguras en las redes sociales, buscando ese cariño y validación en los demás», ha incidido.
Sobre ese factor de riesgo, el criminólogo ha expuesto una hipótesis: «Las nuevas tecnologías de comunicación han afectado a todas las generaciones, de modo que la dependencia de las redes sociales y de los dispositivos móviles no es sólo cosa de niños o adolescentes. Los padres también se hallan en esa situación y cuando quieren evadirse de cualquier conflicto con sus hijos, les dan el teléfono móvil para que jueguen y se callen. Dedicar mucho tiempo a tus redes sociales es peligrosísimo. Se genera el desapego del que hablábamos, un mayor distanciamiento familiar, menos tiempo de calidad compartido y, en consecuencia, un mayor individualismo».
«Hay otra consecuencia también muy negativa de la sociedad digital: ha aparecido una menor tolerancia a la frustración. Estamos acostumbrados cada día a recibir constantemente 'likes' y coranzoncitos como respuesta a nuestras fotos y mensajes en las redes. Queremos comprar algo y lo tenemos a un clic. No nos aburrimos nunca, siempre vamos a encontrar una serie o una película que nos satisfaga. Nuestro cerebro se está acostumbrando a una dosis de dopamina constante y cada vez nos cuesta más experimentar placer. Paradójicamente, nos refugiamos en nuestros dispositivos digitales para satisfacer esa adicción a la dopamina», ha relatado.
El profesor también ha criticado el 'sharenting', la «extendida» costumbre actual de muchos padres «de compartir imágenes de sus hijos en redes sociales, sobre todo cuando todavía son muy pequeños». Según ha advertido, el carácter peligroso de este fenómeno se ha visto multiplicado en los últimos años: «Gracias a la IA, a un criminal le basta con tener fotos con la cara de un menor para crear imágenes y vídeos falsos, pero de gran realismo, que muestran contenidos aberrantes».
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