La Iglesia española ha propuesto reconocer «definitivamente» el papel de la mujer en la Iglesia, «en condiciones de igualdad» y «a todos los niveles eclesiales», aunque no menciona específicamente el sacerdocio femenino. Así se recoge en un documento publicado este sábado por la Conferencia Episcopal Española (CEE), que forma parte del proceso sinodal que está realizando la Iglesia española de cara a la Asamblea General del Sínodo de los Obispos sobre sinodalidad, convocada por el Papa Francisco y que se celebrará el próximo mes de octubre de 2023. La Iglesia española ya presentó en junio del año pasado una síntesis final en la que recogía las propuestas de las diferentes diócesis españolas y, por tanto, de los católicos españoles, para el futuro de la Iglesia, y entre ellas, se sugería abrir un diálogo sobre el celibato opcional, la ordenación de casados y el sacerdocio femenino. Este documento ya se envió a Roma.
A partir de todas las síntesis enviadas por las iglesias de todo el mundo, el Vaticano redactó el 'Documento de trabajo para la etapa continental' que es sobre el que ahora han trabajado los obispos, sacerdotes, religiosos y laicos en España para preparar las propuestas que llevarán a la fase continental del Sínodo, una asamblea que tendrá lugar la segunda semana de febrero en Praga, según han precisado fuentes eclesiales a Europa Press. Entre las prioridades específicas que deben ser objeto de más reflexión en el Sínodo, la Iglesia española plantea el «discernimiento sin miedo» sobre el papel de la mujer en la Iglesia, «desde la común dignidad bautismal. »Reconocer definitivamente el papel de la mujer en la Iglesia y fomentar su participación, plena y en condiciones de igualdad, en todos los niveles de la vida eclesial y, en particular, en el gobierno de las instituciones", señala el documento, al que ha tenido acceso Europa Press.
Potenciar la acogida al colectivo LGTBI
Asimismo, la Iglesia española apuesta por «potenciar la acogida, particularmente a cuantos se sienten excluidos por su procedencia, situación afectiva, orientación sexual u otros motivos» y que las comunidades eclesiales sean «espacios integradores». Además, propone «promover la corresponsabilidad, real y efectiva, del pueblo de Dios, superando el clericalismo» que, según advierte, «empobrece» su «ser y misión»; e impulsar el acompañamiento por parte de sacerdotes y miembros de la vida consagrada. Igualmente, sugiere articular la integración y participación de los jóvenes; dinamizar la formación en materia de doctrina social de la Iglesia; fomentar el diálogo con el mundo y la cultura, con otras confesiones religiosas y «con la increencia», mejorando la capacidad de escucha, y cuidar la liturgia a través de la formación y de una mayor comprensibilidad de sus ritos y contenidos. En concreto, sobre la juventud, se reitera su «escasa participación» en la vida de la Iglesia y, por ello, se propone «modificar el modo de comunicar el mensaje del Evangelio» de forma que sea «creativo, comprensible, integrador y generador de diálogo intergeneracional».
Actualizar la misión de la Iglesia
Así, la Iglesia española cree que «no se trata de cambiar la misión ni el ser de la Iglesia» sino de «actualizarla» y «resituarla» en el momento presente, «en un contexto secularizado». «Resulta necesario revitalizar el papel de la Iglesia en el espacio público y renovar su compromiso con la justicia, los procesos de construcción de la paz y la reconciliación, los derechos humanos, el cambio social, el mundo del trabajo y la cuestión ecológica. En definitiva, seguir avanzando hacia una Iglesia en salida», se lee en el documento. Para llegar a estas conclusiones, la Iglesia española afirma haber realizado una «escucha atenta y profunda». Si bien, también asume «la dificultad --y, en ocasiones, el rechazo-- al encuentro con lo diverso, lo diferente, especialmente cuando puede causar escándalo o incomodidad», y menciona temas como: «los pobres, los marginados, las personas con discapacidad, el mundo de la inmigración, las personas con situaciones familiares o afectivas diversas o aquellos que se alejaron de la Iglesia o que nunca formaron parte de ella».
También señala que «el escándalo de los abusos sexuales provoca tensión» por lo que plantea la necesidad de «reconocer el mal causado, reparar a las víctimas, aumentar la protección y avanzar hacia una mayor transparencia» para «sanar esta herida y reconstruir la confianza y la credibilidad de la Iglesia». Por otro lado, en el documento se expresa la «tensión» entre «el sentido de pertenencia a la Iglesia y la propia realidad personal». «Esta situación nos cuestiona sobre la relación entre acogida y fidelidad a la doctrina y magisterio de la Iglesia, así como entre verdad y misericordia», precisa. Entre otras tensiones que ha detectado en el camino, la Iglesia española también destaca que las «polarizaciones existentes en la sociedad laten en el seno de la Iglesia: la polarización entre diversidad y unidad y necesidad de diálogo; entre tradición y renovación; entre Iglesia piramidal e Iglesia sinodal».
Resistencias del clero
Asimismo, admite que existen «impedimentos» para crecer en la participación y corresponsabilidad, «particularmente por las resistencias del clero y la pasividad de los laicos» y detecta «con fuerza la tensión del clericalismo que lleva a confundir el servicio con el poder». También muestra su «dolor» por la «soledad» de algunos miembros de la Iglesia y admite «limitaciones estructurales» en la participación del pueblo en la toma de decisiones. En definitiva, la Iglesia española considera que «la sinodalidad va tomando forma poco a poco» aunque reconoce que no faltan expresiones de «desconfianza, escepticismo, miedo, desinterés, confusión e incluso obstaculización».
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