Los ucranianos tenían a Limán entre ceja y ceja desde que recuperaron la región de Járkov, ya que se trata de un importante nudo ferroviario. Antes de firmar el viernes el tratado de anexión en el Kremlin, el líder de la autoproclamada república popular de Donetsk, Denís Pushilin, ya reconoció que había recibido «noticias alarmantes» de Limán, donde sus tropas estaban casi rodeadas. Desde anoche los rusos intentaron «desbloquear» con intensos bombardeos la ciudad, a la que el estadounidense Instituto sobre el Estudio de la Guerra daba 72 horas. Como ocurrió con Járkov, el parte militar ruso se escudó hoy en que las unidades ucranianas tenían superioridad tanto de hombres como de equipos. Defensa adujo también que la artillería rusa había causado numerosas bajas a las brigadas mecanizadas ucranianas 66 y 93, además de destruir tanques y otros vehículos militares. Y admitió que, «pese a las pérdidas sufridas, al disponer de superioridad en fuerzas y recursos, el enemigo introdujo refuerzos y continuó su ofensiva en esa dirección». Según Kiev, en Limán se encontraban unos 5.000 hombres, aunque ni Moscú ni los prorrusos han precisado ninguna cifra. El nudo de Limán conduce tanto a los irreductibles bastiones ucranianos en Donetsk -Kramatorsk y Lugansk- como a la zona prorrusa en la vecina Lugansk. El imparable avance ucraniano, sumado a que la línea de frente que deben proteger los rusos tiene más de mil kilómetros de largo, ha puesto en serios aprietos las capacidades del Ejército ruso. Aunque los prorrusos aseguran controlar la carretera que lleva a Kremina, ya en la región de Lugansk, Kiev también recuperó cinco localidades en la inmediaciones de Limán.
Las derrotas en el campo de batalla
Las derrotas en el campo de batalla dificultan aún más labor del Kremlin ya que, tras revisar por segunda vez en su historia sus fronteras, no controla totalmente la geografía de las cuatro regiones anexionadas. Al Kremlin se le acaban las respuestas. Horas antes de la firma de los tratados de anexión, el portavoz presidencial, Dmitri Peskov, adelantó en rueda de prensa que el viernes se aclararía el tema de los límites exactos de la anexión. Incumplió su palabra. Veinticuatro horas después, los rusos siguen sin saber exactamente qué es lo que se ha anexionado Rusia, aparte de la noción vaga del este y el sur de Ucrania. Los contornos de Donetsk y Lugansk no despiertan dudas sobre el papel, aunque el Ejército controla poco más de la mitad de la primera de esas repúblicas populares. El problema reside en Jersón y Zaporiyia, que conforman lo que se conoce como corredor terrestre hacia Crimea. A día de hoy no sabemos si Putin se conformará con las partes de ambas regiones sureñas actualmente bajo control del Ejército ruso o querrá llegar hasta la frontera administrativa. Se espera que Putin lo aclare una vez el Tribunal Constitucional y ambas cámaras del Parlamento den el visto bueno a la incorporación de los nuevos territorios.
La movilización, un problema
La movilización también ha encallado nada más arrancar. Putin ha tenido que aplazar un mes la llamada a filas de reclutas ante la saturación en las oficinas de reclutamiento, según reconoció el sábado el Kremlin. Llamó a filas a 120.000 personas entre 18 y 27 años, que iniciarán el servicio obligatorio el 1 de noviembre en vez del 1 de octubre, como es tradición. Putin, cuya aprobación ha caído varios puntos debido a su decreto de movilización, admitió esta semana errores por parte de los militares y ordenó que vuelvan inmediatamente a casa aquellos rusos citados por error. Al mismo tiempo, promulgó un decreto que simplifica la concesión de la ciudadanía a los extranjeros que sirvan en el Ejército, aunque muchos países del espacio postsoviético han prohibido a sus ciudadanos combatir en Ucrania. Algunas regiones rusas también se están planteando legalizar el envío al frente de presidiarios, que reducirían diez días su pena por cada jornada que sirvan en las filas del Ejército. Para evitar los ataques contra las oficinas de alistamiento, las autoridades amenazan con 15 años de cárcel a los que intenten quemar esos centros con cócteles mólotov.
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