Este sábado por la tarde acabó en Palma el periplo de dos hermanas ucranianas –Alina y Svitlana– y sus tres hijos –Illia y Elisabeta y Emilia, respectivamente– que el pasado día 2 salieron desde la región de Kiev huyendo de las bombas, buscando un refugio seguro mientras sus maridos e hijos mayores quedaban en el país luchando contra las tropas rusas. En Son Sant Joan les esperaban Antònia Gelabert y Jaume Femenias, un matrimonio que les ha cedido una casa en Sant Llorenç des Cardassar. Svitlana fue la gestante de sus gemelos.
«Estamos asustados», comentaba entre lágrimas Alina, al referirse a su periplo que les llevó hasta la frontera polaca, en Liv, con escala en Cracovia antes de enlazar los vuelos a Múnich y Palma. Atrás quedan la salida apresurada bajo las bombas, la despedida de su marido y de su sobrino, Nikolai. «Por favor, ayúdennos», concluía. Mientras, Antònia conectaba mediante una conferencia con los que había quedado en Ucrania para combatir; las lágrimas volvían a brotar.
Los pequeños, impactados por el momento, no se separaban de sus madres. Todos ellos conocían Mallorca por medio de la organización Per Ells, cuya responsable, Esperança Seguí, se ha encargado de organizar la llegada. «Son los primeros de las 126 personas que tenemos previsto traer hasta Mallorca en las próximas semanas, tenemos una lista de un centenar de familias mallorquinas que están dispuestas a acogerlas». Per Ells se ha encargado de financiar el viaje de Alina y Svitlana hasta la Isla y la próxima semana saldrá el primer envío de medicamentos a la zona.
Mantener una conversación ordenada no era fácil. Los nervios aumentaban a medida que se acercaba el momento de la llegada, en especial para Antònia, que explicaba que «están desoladas por el hecho de tener que dejar allí a sus maridos y sus hijos», mientras explicaba que «no dudé y les llamé de inmediato ofreciéndoles nuestra casa, tenemos una relación muy especial con Svitlana, viene cada año a vernos». Antònia y Jaume coincidían en destacar que «en Ucrania la sociedad está estrangulada, Alina, que trabaja en un juzgado, lleva meses sin cobrar su salario». En los pasillos de Son Sant Joan daba comienzo una nueva vida lejos de casa.
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