El escándalo estalló en el Parlamento y en la prensa nacional gracias a la perseverancia de esta letrada, nacida en Cáceres en 1973, que pasó años sin tirar la toalla, haciendo llamadas de teléfono, enviando correos y visitando a funcionarios de la agencia tributaria para demostrar que sus clientes no habían defraudado a Hacienda y necesitaban las ayudas.
Decenas de miles de familias, en su mayoría de origen turco y marroquí, fueron víctimas de acusaciones infundadas de fraude en la asignación que usaban para financiar el cuidado de sus hijos y fueron obligados a devolver cantidades ingentes de dinero, a veces de hasta 100.000 euros, en el plazo de semanas, llevando a muchos a perder su casa y su trabajo.
Las deudas rompieron familias e hicieron a otras trabajar día y noche para reunir el dinero recibido durante años. Muchos siguen sufriendo problemas personales y psicológicos a causa del daño económico sufrido, algo que el gobierno neerlandés quiere compensar ahora con una indemnización de 30.000 euros que evite la dimisión del Ejecutivo en bloque.
«Ese dinero lo ofrecen porque en realidad no saben por dónde empezar, esto es como un volcán que ha estallado de repente. Llevo 20 años ejerciendo esta profesión y nunca había visto algo así», admite, en conversación telefónica, desde su despacho en Eindhoven.
Ni siquiera empezó su caso alegando discriminación, sino errores de procedimiento e ilegalidades, el fondo de la cuestión, que dejaron «a toda esa gente sin poder pagar sus facturas», mientras trataban de solucionar el problema con Hacienda.
El caso llegó a sus manos por obra del destino. Su marido, que dirigía en 2014 una agencia de niñeras, no sabía cómo ayudar a sus clientes, los padres que requerían sus servicios para el cuidado de sus hijos, y recurrió a ella.
Confiada en que el "sistema funciona", les dijo que mandaran la documentación que la agencia tributaria les reclamaba para demostrar que no hubo fraude y «segura de que todo se arreglaría, desbloquearían las ayudas y podrían seguir con su vida», pero algo empezó a «olerle mal" cuando Hacienda se mantenía firme y exigía rembolsar asignaciones recibidas.
«A mis clientes los bloquearon y no les daban ninguna explicación. Enviaron contratos de trabajo, pagos... Todo lo tenían bien, pero los funcionarios no desbloqueaban las ayudas, y les pedían esperar tres semanas más, después meses, hasta que les volvían a comunicar que no tenían derecho a recibir nada», rememora.
La opción que les daban era «apelar», pero «sin recibir un duro» mientras, por lo que no podían pagar las guarderías. «Entonces dejé de lado todo y me centré en este lío, fuimos a los tribunales y ganamos», añade.
Mientras, "llamaba a los defensores del Pueblo, del Menor, y la Agencia de Protección de Datos", que tildó el método de trabajo de Hacienda como "ilegal y discriminatorio" porque, junto a cada caso, los funcionarios apuntaron la nacionalidad de origen de las víctimas.
«Les habían arrancado sus derechos y encima se negaban a explicarles los motivos. El caso para mi se había convertido en un tema ético», lamenta.
El padre de Eva González llegó al país como trabajador migrante en los 70 y ella, con dos años, se sumó junto a su madre después, por lo que compartió años con sus abuelos en Cáceres. Aún mantiene intacto su castellano, que a veces combina con terminología legal en neerlandés para explicar este caso.
Sus padres tuvieron que echar más de 40 horas semanales para salir adelante, tenían diferentes turnos y horas extra de noche, y les fue difícil encontrar cuidadora para su pequeña.
«Cambié cinco veces de niñera. Una me dejaba sola en la cocina durante la cena, mientras ella comía con toda su familia en el salón. Un día, mi madre apareció sin avisar y me vio sentada ahí, sola, y me sacó de allí», rememora. Como hija de inmigrantes que hubieran querido recibir respaldo entonces, no le faltan razones para empatizar con sus clientes.
González terminó Derecho en la Universidad de Utrecht en el 2000. Ahora, tras poner en jaque la discriminación institucional de Países Bajos, tiene respuestas y disculpas de algunas autoridades neerlandesas: han cometido errores, ocultado datos, tratado de frustrar investigaciones y han elaborado un perfil étnico de sus víctimas.
«Han llegado a convertir el tema en un asunto personal, han trabajado en mi contra, tenían mi nombre escrito en sus documentos alertando a sus compañeros de que tuvieran cuidado con lo que me cuentan», dice. Todo esto le confirmó que «no veía fantasmas» y que había una caso real de injusticia.
La diputada neerlandesa Renske Leijten clamó que «esta mujer merece una estatua, nombres de calles y de plazas» porque, argumentó, «nunca debe olvidarse lo valiente que ha sido, modesta hasta el último suspiro» por haber arrojado luz sobre la discriminación administrativa de la agencia tributaria de Países Bajos.
Como consecuencia, este jueves dimitió Lodewijk Asscher, líder socialdemócrata y ministro de Asuntos Sociales entre 2012 y 2017. Este viernes, Mark Rutte reunió a su equipo para hablar de la posible dimisión, a tan solo dos meses de las elecciones legislativas, poniendo patas arriba el escenario político neerlandés.
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