Donna cuenta su experiencia en el quirófano, para que los médicos no vuelvan a cometer este error.
«Me acostaron en la mesa de operaciones y empezaron a hacer todo eso que hacen: me conectaron a todos los monitores, el anestesiólogo me puso algo por vía intravenosa y luego una máscara, y me dijo que respirara profundo. Al final, me quedé dormida».
«Cuando desperté, todavía podía oír los sonidos de la sala de cirugía, los pasos, el ronroneo y los pitos de las máquinas, el ruido del movimiento de los instrumentos...». «Pensé: «¡Qué bien, ya pasó!».
«Eso cambió unos segundos después cuando oí al cirujano hablar y las palabras que dijo me estremeció hasta la médula de los huesos». «Bisturí, por favor».
Penner no se podía mover, ya que junto con la anestesia le habían aplicado un bloqueador neuromuscular que produce parálisis.
«Desafortunadamente, la anestesia general no funcionó, pero el paralizador sí».
«Entré en pánico. Esperé unos segundos y luego sentí que me hacía la primera incisión, el dolor... No tengo palabras para describirlo. Era horrendo», relata.
«Lo primero que traté de hacer fue levantarme, pero no me podía mover. Sentía como si alguien estuviera sentado encima mío».
«El dolor era tan fuerte y sentía cómo las lágrimas se empezaban a formar. Pero no podía ni siquiera llorar; estaba tan paralizada que no podía producir las lágrimas para llorar».
«Por el monitor yo oía cómo los latidos de mi corazón eran cada vez más rápidos», recuerda Donna.
«En tres ocasiones, durante la operación, logré hacer acopio de todo lo que tenía dentro de mí para mover mi pie un poquito, lo suficiente para que alguien pusiera su mano sobre él. Pero la retiró antes de que yo pudiera volverlo a hacer».
«Estuve en estado de pavor puro. Y no tengo cómo explicar como de fuerte era el dolor», relata.
«Escuché lo que hablaban y lo que hacían, sentí cuando el cirujano hizo las incisiones y cuando introdujo los instrumentos en mi abdomen, y también cómo movía mis órganos mientras exploraba».
Donna estaba programada para que respirara siete veces por minuto, pero su ritmo cardíaco creció hasta los 148 latidos por minuto.
Por fin, cuando la operación estaba llegando a su final, Donna se vio con fuerzas de mover la lengua.
«Empecé a usarla para mover el tubo que tenía para respirar, tratando de atraer la atención. Y lo logré. Pero él pensó que el paralítico ya no estaba teniendo tanto efecto y retiró el tubo que me permitía respirar», explica.
«Había pasado por momentos en lo que la agonía del dolor era tal que pensé que iba a morir, así que ya me había despedido mentalmente de mis seres queridos. Ahora, no podía respirar».
Mientras, la enfermera le gritaba «¡Respira Donna, respira!».
«Y fue entonces que me ocurrió la cosa más asombrosa», dice Donna.
«Dejé mi cuerpo». «Soy cristiana y no puedo decir que fui al cielo, pero tampoco estaba en la tierra. Estaba en otro lugar», asegura Penner.
«Era silencioso, aunque con los sonidos de la sala de operaciones de fondo. Los podía escuchar, pero muy lejanos», explica.
«El miedo y el dolor se me quitaron. Sentí calidez, consuelo y seguridad. E instintivamente sabía que no estaba sola. Había una presencia conmigo. Siempre digo que era Dios, porque no tengo ninguna duda de que él estaba ahí a mi lado».
«Para mantener mi mente ocupada, había estado rezando, cantando, pensando en mi esposo y mis hijos todo el tiempo, pero cuando sentí esta presencia dije: 'llévame a casa, por favor, déjame morir, pues ya no aguanto más'».
«De repente, como si alguien hubiera chasqueado los dedos. Volví a la sala de operaciones, la enfermera gritaba, hasta que el anestesiólogo dijo: '¡póngale la bolsa de resucitación!'».
Cuando el aire entró en los pulmones, Donna sintió un «alivio enorme».
El anestesiólogo le dio una droga para contrarrestar el efecto del paralítico y, poco después, pudo empezar a hablar.
Más tarde, el cirujano fue a su habitación, le tomó las manos y le dijo: «Me contaron que hubo un problema, señora Penner».
Penner le relató en detalle todas las cosas que le escuchó decir mientras él confirmaba con un «sí, yo dije eso».
El doctor no tuvo la necesidad de decirle cuál había sido el diagnóstico: ella lo había escuchado en el momento en el que lo hizo.
En su caso, lo que la ayudó fue hablar de lo que sucedió: «Eso fue lo que me recomendó el terapista: hablar, hablar y luego, hablar más».
Así, empezó a contarle su historia a desconocidos, particularmente a estudiantes de medicina, para que estén conscientes de lo que les puede pasar a sus pacientes sin que ellos se den cuenta.
13 comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
Me operaron antesdeayer de vesicula,en Malaga.Me desperte en el quirofano cuando todo habia acabado.No podia mover ni brazos,ni piernas ni siquiera podia hablar.Pero lo peor es que no podia respirar,ni avisar lo que pasaba.Vi que me moria.Al rato,no se que tiempo,me pusieron una mascarilla y me recupere.Pero no el cerebro del susto.La operacion fue en lo demas estupenda.Ahora creo,que la cosa fue seria y no mori de milago.Esta vez hubo suerte.
Pues yo creo que la anestesia sí hizo efecto... Entro en el quirófano en 2008 y se ha despertado en 2017!!!!!
Adióssss...a ver si es verdad que dejas de comentar.
Como sigan este tipo de noticias absurdas traidas de Canada, Corea del Sur, Nueva delhi, es que borro de mis favoritos al diario... y lo peor es que esto seguira, las 2 noticias más leidas, noticias malas malas en cuanto a calidad periodistica...
Sencillamente, es mentira.
Sin tanto extremismo,me paso parecido hace unos años en son dureta,desperte durante 5 segundos ,(sin sentir nada por suerte),pero cuandi me di cuenta donde estaba preferi cerrra los ojos y que sea lo que dios quiera,hace 7 dias me operaron en son espases y realmente no tengo calificativos para hablar de esta gente,son magnificos,lo unico que cambiaron y no me gusto es que en la primera operacion,llegue casi dormido a quirofano y en esta segunda,te duermen en quirofano,por lo cual ves todo y no es muy agradable
Esto nos ha de servir para reconocer la importancia de la figura profesional del/la anestesista.
Madre mía. Que horror, esto sí que es una historia escalofriante, sólo de pensarlo se me ponen los pelos de punta, desde luego no entiendo cómo puede pasar algo así, supongo que el anestesista se ha salido de rositas como siempre.
seria noticia despertar de la anestesia en el rocio (por ejemplo), en un hospital es el mejor sitio, aunque no es logico q suceda.
A mi me paso lo mismo en la Cruz Roja de Palma, pero no me habian puesto un paralizante y gritaba como una loca y no me hacian ni caso. Los oidos le debian picar a la madre del anestesista por todo lo que yo estaba diciendo pero ni caso.