Hasad hizo el lunes pasado una exposición de los principios que rigen las cuestiones onomásticas en el estado civil, en respuesta a una pregunta parlamentaria hecha por el grupo socialista de la cámara, como relata este miércoles el diario Asabah.
Para el ministro, dar «libertad absoluta» a los ciudadanos a la hora de nombrar a sus hijos podría causar «perturbaciones en el entorno familiar y social», y puso como ejemplo que los acontecimientos del mundo pueden producir un entusiasmo que lleve a los padres a elegir nombres con contenido político (Sadam) o extremista (Bin Laden).
El entusiasmo desaparece con el tiempo, pero el nombre se queda, razonó el ministro.
En el mismo registro, Hasad justificó la negativa de los funcionarios de aceptar nombres amazigs (bereberes), porque si bien tienen un significado en el dialecto de una región, en otras regiones tienen connotaciones animales o sexuales.
La dificultad a la hora de elegir nombres propios amazigs es una de las quejas más frecuentes del movimiento bereber en Marruecos, junto con los problemas a la hora de usar su lengua en las instituciones públicas.
Por último, Hasad dijo que trata de restringir al máximo las apelaciones de «Sidi», «Moulay», «Cherifa» o «Lala», que suelen usarse por familias que pretenden ser merecedoras de un título de nobleza o a una dignidad religiosa.
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¿Mejor que les llamen Molenbeek, Ceuta y Melilla y esas cosas?