Será la segunda vez que Strauss-Kahn, de 62 años, duerma entre rejas desde que en julio pasado fuera liberado de una prisión estadounidense, donde permaneció tres meses tras haber sido acusado de violación por la empleada de un hotel neoyorquino.
Strauss-Kahn permaneció en la Gendarmería de Lille toda la jornada, hasta que un juez decidió prolongar su arresto.
La ley le permite hacerlo hasta 96 horas, aunque todo apunta a que no superará las 48.
Al término del interrogatorio, el magistrado puede decidir la liberación sin cargos de Strauss-Kahn o su procesamiento por proxenetismo y desvío de fondos, delitos por los que puede llegar a ser condenado hasta a 20 años de prisión.
En el punto de mira de la Justicia están unos encuentros sexuales en los que Strauss-Kahn participó en compañía de dos empresarios franceses y de otros amigos en París, Bruselas, Lille y Washington, sede del FMI.
Strauss-Kahn reconoció haber estado en esas fiestas, pero negó conocer que las mujeres que participaban en ellas fueran prostitutas.
No sabía nada
«Cuando alguien te presenta a una amiga no preguntas si se trata de una prostituta», aseguró el ex director del FMI en su biografía.
Una tesis que abonan la mayoría de los testigos interrogados en el caso, incluidos los ocho procesados, cuyas declaraciones fueron publicadas ayer por el diario «Libération». Solo una de las prostitutas contratadas para algunas de esas juergas consideró «casi imposible» que Strauss-Kahn desconociera que cobraba por sus servicios.
Otra de las prostitutas negó esa versión, al igual que los dos organizadores de las fiestas, los empresarios David Roquet, director de una filial de la constructora Eiffage en el norte de Francia, y Fabrice Paszkowski, responsable de una empresa médica de la misma región.
Ambos pagaban todos los gastos de esas correrías, incluidos los viajes y hoteles, dinero que cargaban al presupuesto de sus empresas.
Por eso, la Justicia trata de dilucidar si, además del proxenetismo, se incurrió en un delito de desvío de fondos.
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