El ataque tuvo lugar en torno a las 11.15 de la mañana hora local (06.45 GMT) en la plaza de Darulamán, junto al viejo palacio del mismo nombre, y según distintas fuentes fue cometido por un insurgente que circulaba en un todoterreno cargado de explosivos.
El suicida se lanzó en el vehículo, un Toyota Surf, contra un convoy de la fuerza internacional que transportaba a diario a formadores militares encargados de preparar a las tropas afganas, explicó a Efe un portavoz talibán, Zabiulá Muyahid.
Testigos y fuerzas del orden aseguraron que la explosión fue muy potente y que causó el vuelco de un vehículo de la fuerza internacional.
En imágenes emitidas por los canales televisivos locales podía verse una columna de denso humo negro elevándose desde ese vehículo ladeado, y un policía sobre el terreno dijo a Efe haber visto al menos a «diez soldados internacionales» muertos y uno herido.
La misión de la OTAN guardó mutismo durante varias horas y, aunque primero reconoció que había «bajas» entre sus soldados, sin llegar a precisar si se trataba de muertos o heridos, más tarde un portavoz confirmó a Efe que había «trece soldados fallecidos».
El Ministerio afgano de Interior había informado de que en el atentado murieron tres civiles y un agente de Policía afganos, y luego el presidente del país, Hamid Karzai, precisó en una nota condenatoria que dos de los muertos eran estudiantes.
«Este ataque muestra que los enemigos de Afganistán quieren matar a los afganos de cualquier forma posible y destruir este país. Pero con ello no podrán debilitar la decisión de la nación afgana de buscar la paz», dijo Karzai en esa nota de condolencia.
Kabul ha sido golpeada en más de una decena de ocasiones en los últimos años por los insurgentes, y en mayo de 2010, seis soldados extranjeros y doce civiles murieron en otro ataque suicida también registrado en las cercanías de Darulamán, antigua residencia real.
El atentado de hoy ha sido el más sangriento ataque suicida sufrido por las tropas internacionales desde su llegada al país, aunque Afganistán ha sido escenario de acciones insurgentes mucho más mortíferas con víctimas sobre todo civiles.
Hasta ahora, el peor ataque contra las tropas extranjeras era el derribo por los insurgentes de un helicóptero Chinook registrado el pasado mes de agosto en la región central de Wardak, en la que murieron 30 soldados de EEUU y siete afganos, más un traductor.
En general, los insurgentes talibanes suelen recurrir a ataques suicidas o a artefactos como parte de sus intentos para lograr la salida inmediata de las tropas internacionales desplegadas en el país y la caída del Gobierno afgano de Hamid Karzai.
El país se encuentra en una encrucijada política: las tropas extranjeras tienen previsto culminar su retirada en el año 2014 y transferir la responsabilidad de la seguridad a las fuerzas afganas, pero el diálogo con los insurgentes no está dando frutos.
Justo cuando se cumple una década desde la invasión del país, Afganistán sigue sufriendo la violencia a diario: hoy mismo, otra suicida hizo detonar una carga explosiva en la provincia de Kunar (este) e hirió a dos policías ante un edificio administrativo.
Y en el sur, dos o tres soldados australianos, según distintas fuentes, fueron asesinados por un «individuo vestido con un uniforme» del Ejército afgano.
El agresor, que fue luego abatido, dirigió su arma contra las fuerzas afganas y las tropas internacionales», afirmó en un comunicado la misión de la OTAN, y las autoridades afganas investigan ahora si era soldado o un «impostor con uniforme».
Los soldados extranjeros ya han sufrido en el pasado varios ataques cometidos por falsos militares o agentes de Policía, que son en realidad insurgentes infiltrados.
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