El candidato del PP abandona el Congreso tras la primera votación de su investidura. | Reuters - SUSANA VERA

El líder del PP Alberto Núñez Feijóo ganó las elecciones, pero con eso no ha bastado para asaltar La Moncloa. Lo que ya se intuía en la jornada electoral del 23-J, nada más conocerse los resultados, se ha corroborado este miércoles contando síes y noes en el Congreso de los Diputados. Ninguna sorpresa sobre la mesa, nadie se ha movido del guion preestablecido y al candidato ‘popular' le han votado exactamente aquellos que ya dijeron hace semanas que lo harían. De nada han servido las horas de debate parlamentario y los intentos de rascar cuatro votos que la misma alianza con Vox ahuyenta.

Aunque la causa de Feijóo no haya prosperado la discusión parlamentaria ha tenido momentos llamativos. Una de las afirmaciones del discurso de Óscar Puente, el más «macarra» según Pablo Iglesias de la bancada socialista, fue tutear al candidato a la investidura dirigiéndose a él «de ganador a ganador». De momento, y a instancias de lo que suceda el próximo viernes, a Feijóo le irá igual que a Puente, expulsado de la alcaldía de Valladolid por un «pacto de perdedores» pese haber liderado la lista más votada.

Esa fue una de las trampas del discurso del presidente del PP en la sede de la soberanía nacional. Si bien sus siglas mandan tras el 28-M en un amplio abanico de instituciones autonómicas y locales no lo hacen por sí mismas, gracias por entero a su peso electoral. Su entente con la extrema derecha –a veces por la vía directa en València, otras a trompicones como en Murcia– propició que los conservadores obtuvieran la mayor cuota de poder regional de los últimos tiempos.

Lo que hasta ahora se han negado a aceptar Feijóo y los suyos radica en que esa alianza tiene un coste. Como ha quedado de manifiesto este miércoles en el Congreso, es imposible soplar y sorber al mismo tiempo. Por si acaso lo intentan. En la misma jornada del portazo de la cámara baja a la candidatura de Feijóo para presidir el Gobierno su secretaria general, Cuca Gamarra, ha afirmado sin pestañear que los 'populares' y el PSOE pueden «hacer cosas importantes juntos».

Según la riojana a unos y otros «sólo les separa Pedro Sánchez y su patológica obsesión contra el PP». Como si fuera el presidente en funciones quien, de forma personal y casi irracional, hubiera marcado un cordón sanitario envolviéndoles. Pero lo que propone Gamarra es algo parecido a una quimera. La cuadratura del círculo, tal vez. No es solo Sánchez quien ha marcado distancias con los ‘populares', a la vista de los discursos desde la tribuna, o de los resultados en las urnas. Ni el resto de la izquierda ni los soberanistas comparten la sucesión de hechos planteada por Feijóo; tampoco sus recetas frente a un tiempo fuertemente marcado por los rigores y la incertidumbre.

Ni por supuesto sus acuerdos territoriales con el partido de Santiago Abascal. El mismo que se aparta de la foto cada vez que las instituciones lloran simbólicamente a una víctima de la violencia machista.

Otra de las afirmaciones que llamaron la atención del diputado Puente en el atril del Congreso fue que el PSOE no pertenece a sus dirigentes, ni pasados ni actuales, sino a sus militantes y, en definitiva, al pueblo español. La alusión clara a los comentarios de la ‘vieja guardia' contra la amnistía trató de zanjar el debate. Largo tiempo han pasado desde las filas del PP alentando a esos supuestos socialistas alineados con la animadversión de Felipe González y Alfonso Guerra al precio impuesto por los independentistas catalanes a la posible investidura de Sánchez.

En su alocución Feijóo dijo que podría tener sus votos, pero no los quería: otra trampa más. Lo cierto es que no, Feijóo no cuenta con los votos independentistas porque ellos así lo han decidido. En Cataluña todavía recuerdan bien quién gobernaba en España durante el 1-O.

De este modo, probablemente asistamos a partir de ahora a un incremento del ruido, si es que ello es posible, entre este mismo miércoles, el viernes y la futurible designación de Sánchez como candidato por parte del Rey si Feijóo vuelve a fracasar. No descartemos ver de nuevo llamamientos alarmantes de «España se rompe». Quien sabe si boicots a productos regionales, como en tiempos del Estatut. A este país le irá mejor cuando sus representantes dejen de lado la gesticulación y se pongan manos a la obra. Cuando empiecen a trabajar en serio por el interés general.