El debate informal de este verano sobre la sostenibilidad del modelo turístico continuará en el futuro con mayor o menor intensidad porque es el único modelo exitoso y viable, dados los parámetros de nuestro ADN económico y de nuestra geografía/clima. Tal situación no es negativa sino positiva si se compara nuestro mercado turístico con otros muchos mercados económicos donde se tambalean sin control los modelos de producción y consumo. Es cierto que en economía no existe modelo alguno que tenga una evolución siempre firme y regular, pero también hay que tener en cuenta el talante y tradiciones de los pobladores de un destino. Y tal vez este factor en Balears está condicionando algo el grado y forma de reacción popular frente a las limitaciones y dificultades ocasionadas por la masificación turística sobre todo a los urbanitas y en especial a los del área capitalina. No estamos acostumbrados a convivir tan cerca de los turistas y con tipo de vacacionar.

El desarrollo del turismo en Balears ha sido objeto de críticas por mala gestión o por escaso control de su desarrollo alojativo, admitiendo que no había forma que poner cemento y al mismo tiempo evitar la agresión de recursos naturales y paisajísticos. Pero lo mismo se puede aplicar a otras actividades económicas y a nuevas infraestructuras (construcción). Como observador de nuestro turismo he sido testigo de quejas y preocupaciones por «booms» de plazas turísticas, en especial desde los años 1980 hasta el 2000 (Decreto Cladera de 1984) y también por «crisis» (Guerra del Golfo Pérsico de 1989-1992). Desde entonces siguieron nuevos desfases económicos debidos a pautas mundiales (prime rate de 2008, caos geopolítico mediterráneo de 2015, Covid de 2019). Sin aumento notable de planta hotelera el nivel de estancias de llegadas hasta el 2023/4 marcó un límite de saturación, no sólo en Balears sino también en otros destinos.

En un viaje a Nepal de hace dos décadas leí en las «llegadas» del aeropuerto de la capital la siguiente frase (en inglés): «Nepal está aquí para cambiarte, no para que tú lo cambies». Tal vez no es demasiado tarde para aplicar esta idea a Mallorca, pues todavía cuenta con un sólido atractivo turístico de la buena «vida mediterránea». Así pues, en 1978-1982 el Foment del Turisme de Mallorca realizó las primeras encuestas de satisfacción turística (todas nacionalidades) que daban para Mallorca en verano un segmento del 80% de los encuestados «muy satisfecho/deseo de repetir.» En 2023 según Turespaña y con metodología distinta, el segmento de máxima satisfacción en Balears (sólo de turistas internacionales) era del 58% de los encuestados. Sería útil poder tener y analizar datos oficiales comparables de satisfacción/repetición de nuestros clientes, que podrían aportar alguna solución para la actual situación de masificación, que tanto malestar causa al ciudadano en verano.

En todo caso, es un fenómeno real la gran expansión urbana mundial. Son notables algunas causas problemáticas como: el aumento de población mundial; el abandono de trabajos agrícolas/ganaderos; los flujos migratorios voluntarios o forzados; y las facilidades que ofrece el modelo de vida urbanita. Todo ello ha repercutido en un aumento del turismo vacacional nacional/ internacional, al margen de las capacidades de acogida/visita de los destinos turísticos populares. La respuesta local frente a esta dinámica poblacional debería ser encontrar y gestionar un equilibrio entre las necesidades del turista y las del residente del destino. Por un lado, la falta de planificación y por otro la rapidez con que se difunden (redes digitales) las distintas demandas turísticas, hacen que sean retos difíciles de afrontar pero creo que actualmente contamos en Balears con suficiente experiencia empresarial y consenso político para conseguirlo.