Balears encara la recta mitad del año en un contexto global que dificulta el sostenimiento de la senda de crecimiento y en el que, por tanto, cabe esperar que la economía balear vaya perdiendo progresivamente ritmo. Y es que, se prevé que la demanda interna continúe lastrada por el impacto de una inflación más persistente de lo esperado. A ello está contribuyendo tanto el repunte del precio del petróleo, que se ha encarecido más de un 15%, como el continuo incremento de los costes de financiación de familias y empresas. Además, la demanda externa ha empezado a dar señales de claro debilitamiento, ante la persistente inestabilidad geopolítica elevada y el rediseño de las áreas de influencia en lo político y en lo comercial. Más allá de Ucrania e Israel, el control de los recursos en el Ártico, la reconfiguración de la globalización, tal y como la hemos conocido hasta ahora, junto con el fin de las transferencias de tecnología de forma casi totalmente abierta están cambiando el atlas económico.
Precisamente por estos motivos, el descenso de la inflación será mucho más difícil de conseguir. Prueba de ello es que el índice general de precios al consumo ha intensificado durante el tercer trimestre (3,4%), dejando claro que el episodio de encarecimiento de los precios sigue plenamente vigente prácticamente dos años después de su inicio. Desde esta misma perspectiva, cabe destacar que el índice de precios al consumo ha continuado escalando con fuerza también en el ámbito estatal (2,8%). Esta circunstancia es especialmente preocupante dado que estas nuevas alzas han continuado encontrando su principal apoyo en el mayor repunte del núcleo duro de la inflación, tanto a escala balear (6,5%) como nacional (6%).
Ante este panorama, el BCE se ha mantenido firme en su afán por preservar la estabilidad de precios, principal mandato de la institución, a pesar del cambio de tono observado en las declaraciones posteriores a su última reunión del mes de septiembre, que ha sido interpretado por los mercados como una señal inequívoca de que el proceso de subida de tipos podría haber llegado a su fin. Y es que, en palabras de la propia presidenta ‘el Consejo de Gobierno considera que los tipos de interés oficiales del BCE han alcanzado niveles que, mantenidos durante un período suficientemente largo, contribuirán de forma sustancial al pronto retorno de la inflación al objetivo'.
Sin duda, el correcto funcionamiento de los mecanismos de transmisión de la política monetaria asegura que las subidas de los tipos de interés seguirán dejándose sentir, con cierto retraso, en la economía real. Los efectos de las medidas de política monetaria tardan entre 3 y 6 meses en permear completamente sobre la economía, de manera que los efectos definitivos de las subidas aplicadas entre mayo y septiembre no se conocerán de forma fiable hasta diciembre. La duda ahora es cuánto tiempo será necesario mantener los tipos de interés en cotas elevadas y qué factura en términos de empleo y actividad habrá que pagar antes de ver señales concluyentes en términos de inflación. Mientras tanto, habrá que convivir con ello y adaptar las estrategias a esta nueva realidad. Darwin no dijo que sobrevivirían los más fuertes, sino quienes más rápidamente se adapten al cambio. Y hoy, ya nadie duda que estamos en plena transición.