La presidenta Armengol y el consejero Mir han llamado la atención sobre los peligros de la saturación y algunos empresarios hoteleros reconocen que no se puede seguir creciendo. Culpan a la administración de no ser capaz de controlar la oferta extrahotelera, especialmente las viviendas de alquiler turístico, de ser la responsable del gran crecimiento de los últimos años, lo cual es cierto -lo del crecimiento-.
Los movimientos ecologistas siguen clamando en el desierto. En plena sequía se construyen piscinas como nos recuerda Jordi Amat en El País, que termina su artículo con una frase del publicista Juan Pablo Capa: «Mallorca ya no existe».
Cuando llegue el otoño y haya que afrontar las fuertes subidas de precios, la demanda caerá fuertemente, advierten los partidarios de seguir creciendo. Puede que sea así. Y también es posible que la sequía obligue a tomar medidas restrictivas.
Puede que la demanda caiga, pero para todos los destinos. La altísima eficiencia del sistema turístico balear garantiza una mejor gestión de una posible crisis que la de los competidores. Desde luego las compañías aéreas apuestan por las Islas.
Los altos precios servirán de filtro para aumentar la proporción de eso que los del sector llaman «turismo de calidad», mientras que los que disponen de menos recursos buscarán otros lugares mas baratos. El mercado ayudaría así a conseguir el objetivo de conseguir que los turistas gasten más y no que haya más turistas; pero en el proceso hay que andar con cuidado para no morir de éxito.