Septiembre. Mes de vuelta al cole para los niños, con madrugones, libros nuevos y la ilusión de ver a sus amigos. Mes para recuperar las rutinas y marcar nuevos objetivos también para los adultos. Dicen que, después de enero, septiembre es el mes en el que más revisamos los objetivos vitales y en el que nos planteamos propósitos de enmienda (gimnasio, idiomas, orden, etc.). Sin embargo, la tozuda realidad nos descubrirá en pocos días la eterna asignatura pendiente: la conciliación.
Las dificultades de conciliación no son solo un problema individual y privado, sino un reto social con consecuencias relevantes y, por ello, seguirá siendo asignatura pendiente hasta que se resuelva desde una perspectiva global. Dicho de otro modo, las familias pueden intentar buscar fórmulas para conciliar, pero solo con la colaboración de actores sociales, empresariales y políticos será posible lograr una sociedad avanzada y democrática. Y una sociedad más equilibrada y menos estresada.
La necesidad y dificultad para conciliar es una cuestión global. En Suecia, se utiliza la palabra lagom para referirse a la búsqueda del equilibrio entre vida laboral y privada, para intentar combinar la productividad y el bienestar de forma sostenible. En España, las familias han reclamado adelantar al 1 de septiembre el inicio del curso escolar o que los centros educativos abran y ofrezcan actividades de ocio y tiempo libre. El verano es «demasiado largo» para los padres o, más bien, han agotado las vacaciones, el presupuesto para escuelas de verano, y la ayuda de abuelas y abuelos. Fórmulas adicionales para «conciliar» pasan por que se queden en casa sin apenas supervisión o enganchados a pantallas.
En el plano empresarial, algunas empresas han aprendido de la pandemia que organizando mejor el trabajo es posible diseñar e implementar medidas de conciliación. Existen iniciativas relativamente fáciles de adoptar como flexibilizar los horarios de entrada y salida, establecer horarios de trabajo más racionales, o permitir un día de teletrabajo a la semana. Bien aplicadas, permiten mantener o mejorar la productividad y, sobre todo, retener a los mejores en sus plantillas.
Una pequeña inversión de tiempo para organizar y poner en marcha medidas de conciliación puede tener consecuencias muy positivas para la satisfacción y productividad del personal. Sin embargo, aún muchas empresas siguen resistiéndose a abandonar la cultura presencial en el trabajo y se arriesgan a que su personal emigre a otras empresas en busca de opciones más flexibles. A ver si este año conseguimos «progresar adecuadamente» en esta asignatura.