Son la estampa típica de verano, hordas de adolescentes, y no tan adolescentes, llegados de las frías tierras del norte a las cálidas costas españolas para pasar una semana low cost de desenfreno.
No soy de los que piensan que para arreglar las cosas la Administración deba legislar, controlar o multar en exceso, pero en este tema creo que está bien el intento, mediante el decreto ley aprobado por el Govern balear referido a la limitación de la publicidad, venta y consumo de bebidas alcohólicas en determinadas zonas turísticas de Mallorca y Eivissa.
También se prohíbe el “balconing” y el “mamading”. Sí, sí, como lo oyen. No se explica así en texto, pero a ello se refieren con “quedan prohibidas las prácticas peligrosas para la vida” o “se prohíbe cualquier tipo de práctica que cosifique o hipersexualice a la persona”. Los hay tan garrulos que hay que prohibirles hasta que se rompan la crisma, ver para creer.
Ahora bien, no sé si estas medidas conseguirán lo que realmente persiguen, puesto que la limitación se circunscribe a determinadas zonas concretas de unos pocos municipios turísticos, Calvià, Palma, Llucmajor y Sant Antoni de Portmany.
Así pues, se corre el riesgo que al día siguiente de la entrada en vigor se ofrezca todo aquello que se pretende prohibir en el municipio o calle siguiente, desplazando el problema de una calle a otra. Tampoco veo que se prohíba la venta de alcohol de pésima calidad, y los hay que parecen matarratas. Quizás los requisitos de la legislación, o parte de ella, se tendrían que aplicar en todas las zonas de riesgo, pues donde ahora no hay conflictos pueden aparecer con el tiempo.
Todos los agentes implicados y grupos de intereses han llegado al acuerdo de que en Balears se debe apostar por la calidad y no por la cantidad, de acorde a las inversiones que muchos hoteleros y empresas turísticas han estado realizando en mejorar sus instalaciones, por lo que según qué tipo de turistas, mejor que no vengan.