Aunque ni todas las zonas ni, por supuesto, todos los establecimientos han estado en la misma situación, como se dice coloquialmente “va por barrios”, podemos concordar que el presente curso turístico ha estado muy marcado por la variabilidad, ya que de un resumen sintético del presente curso turístico vemos cómo la temporada tuvo, paradójicamente, un comienzo bastante potente en su subtemporada cicloturista inicial para dar posteriormente paso al peor mes de mayo de la década y que después fue transitando a trompicones y empujones a lo largo de toda su parte alta, teniendo que recurrir para que avanzara más o menos adecuadamente en términos de ocupación a ofertas e incentivos de más calado que en años anteriores, y que tenía que finalizar con un mes de octubre que antes del fatídico 23-S se preveía complicado en general.
Ya antes del momento Cook éramos conscientes de que el descenso se había iniciado, a nadie le pillaba por sorpresa y en muchos de los indicadores de final de ciclo económico se había activado la luz ámbar y no se reflejaba la misma consistencia de años pasados en los resultados. En definitiva, se había perdido la estabilidad. Pero el reciente estallido Cook ha convertido esa variabilidad en volatilidad y también, por qué no decirlo, en una cierta vulnerabilidad. Nuestro mayor reto a partir de ahora será volver al escenario variable lo antes posible, un escenario que debería ser cambiante pero no convulso, con oscilaciones pero sin turbulencias significativas.
En primera instancia y de manera inminente, y ante un panorama general de contracción económica y desconcierto global, se trata ahora de recuperar esa ralentización suave y sostenida anterior al momento Cook.
Para ello, deberíamos cuanto antes pasar página de estas últimas semanas y de la misma manera que nos hemos reinventado continuamente, seremos capaces de reaccionar serenamente, buscando alternativas, fomentando consensos y alianzas e interactuando con todos los actores públicos y privados que nos encontremos en el camino a fin de generar conectividades y competitividades, tanto aéreas como turoperacionales (sean o no tradicionales).
Todo ello sin abandonar la senda de la sostenibilidad y de la implementación de las nuevas tecnologías para completar la diversificación que nuestra actividad turística necesita y focalizarnos más en convertirnos en un referente absoluto como destino sostenible y smart.
Sí, tenemos muchos retos por delante, tantos como incertidumbres a las que enfrentarnos. En todo caso ya estamos inmersos de lleno en lo que se califica como cultura del riesgo, en la que los escenarios serán inciertos y el terreno inestable. Pero ya saben, donde hay dificultades, también se encuentran oportunidades.
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