La campaña de resultados (a pesar de lo mediático que fue la caída de Netflix) está volviendo a ser muy favorable, con sorpresas positivas por encima de la media histórica. Y eso que proliferan las noticias negativas sobre la guerra comercial o el brexit. Al fin y al cabo, al invertir en bolsa se compran empresas; claro que están afectadas por el entorno macroeconómico, pero estas se pueden adaptar, reflejar y prevenir.
Quien no haya estado invertido estos últimos años en bolsa americana bajo las premisas de “está cara” o “la europea está barata” ha perdido una oportunidad de obtener rentabilidad adicional en su cartera de inversión; incluso si fueran ciertas estas afirmaciones, especialmente la segunda.
Una de las ventajas de la bolsa es su liquidez y las armas disponibles para que un inversor plantee estrategias protegiendo caídas. Siendo algo radicales, se podría decir que aun estando en una burbuja (a pesar de las valoraciones, es difícil pensar que la bolsa americana lo esté) estar invertidos siguiendo una tendencia es interesante, siempre que se apliquen planes de contingencia. No es posible en activos menos líquidos como inmuebles o menos regulados como el bitcóin. Incluso en bolsa no se estaría a salvo si se hace mediante una única acción: podría abrir con mucho hueco o incluso ser suspendida (véase el caso Banco Popular).
Al valorar giros de tendencia, son muy útiles los soportes para protegerse: para el S&P el más cercano está en 2.940, aunque tiene otros más alejados como los 2.715; 2.560 y 2.380 (este ya a un 20%). En el tecnológico Nasdaq hay dos muy cerca para los más cortoplacistas (7.845 y 7.720) y dos más lejos (7.270 y 6.935).
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