Cualquier intento de mejorar la competitividad global de Balears no puede desligarse de la mejora de los atributos y habilidades que atesora el tejido empresarial. Y es que, situados en un escenario en el que la diferenciación cotiza al alza, la estrategia empresarial y la estrategia regional no pueden más que alinearse, indefectiblemente, en una visión compartida que tienda a la excelencia.

La evidencia empírica más reciente lo sostiene. Asomémonos por un momento a la escena global y contemplemos cómo los diez países con un tejido empresarial más sofisticado se encuentran entre los veinte países más competitivos del mundo, pues tienden a otorgar un peso específico notable a los impulsores de la eficiencia y la innovación en sus estrategias de posicionamiento competitivo. El binomio sofisticación empresarial-competitividad global trasciende, dado que los diez países con un tejido empresarial más sofisticado se sitúan, a su vez, entre los veinte países más prósperos del planeta.

Si volvemos ahora la vista a Balears, resulta que la sofisticación de su tejido empresarial, si bien ha mejorado ligeramente durante el último sexenio, se mantiene por debajo de la media, ocupando la posición 163 de un ranking formado por 264 regiones europeas y a una notable distancia de la región líder (48,9%), ahora Londres y sus condados más próximos.

Por ello, convencidos de la importancia de la sofisticación empresarial como palanca de competitividad, Impulsa Balears ha situado en el centro de la i|iniciativa ‘Dinámica empresarial’ una nueva herramienta, i|empresa, que permite aproximar la estructura, dinámica y gestión del tejido empresarial balear y calibrar las posibilidades para mejorar su grado de sofisticación.

Y es que abordar la mejora de la sofisticación empresarial, como vía para reforzar el rol transformador del tejido, supone asumir, de entrada, un importante reto de diversidad, pues las 93.067 unidades que conforman la estructura empresarial de Balears se adscriben a 232 segmentos distintos, atendiendo a su tamaño y actividad principal. Este reto de diversidad se pone de manifiesto a través de la marcada atomización que se extiende a lo largo de toda la estructura productiva en torno a la microempresa (95,6%), las unidades de menor dimensión (con menos de 10 o sin asalariados). Una atomización que hace que sea más difícil asegurar el impacto de la política económica.

Unas oportunidades que demandan iniciarse en la ambidestreza de explorar, fervientemente, nuevas fuentes de productividad relacionadas con la mejora de dos aspectos del tejido empresarial intrínsecamente relacionados: (i) la calidad de sus operaciones y estrategias individuales, una calidad que no se mide solo en términos de EBITDA; y (ii) la calidad de las redes empresariales que es capaz de tejer para identificar y forjar nuevas ventajas competitivas para sostener la futura generación de valor desde la alteración de la relación de fuerzas predominante entre acumulación y aprovechamiento del capital, el trabajo, la tecnología…

Y es que el tejido empresarial ha demostrado durante la actual fase de recuperación del ciclo que sabe producir más. Ahora, ha llegado el momento de apostar por producir mejor. Porque el cambio de ciclo, ahora más expansivo, facilita, pero no transforma. Y de ello depende el mantenimiento no solo de los resultados empresariales, sino también de los consensos sociales, y de la capacidad transformadora del tejido empresarial a favor de la competitividad balear.